Miércoles, 21 de noviembre de 2012 | Hoy
CINE › SEBASTIáN SCHINDEL PRESENTA SU DOCUMENTAL EL RASCACIELOS LATINO
Inaugurado en 1923, el Palacio Barolo de Avenida de Mayo al 1300 no es sólo una rara joya de la arquitectura porteña, también encierra detrás de sus paredes extrañas leyendas urbanas, entre ellas la de haber sido inspirado por la Divina Comedia del Dante.
Por Oscar Ranzani
Pocos porteños no deben haber transitado alguna vez por Avenida de Mayo. Y muchos deben recordar que a la altura del 1300 se encuentra el histórico Palacio Barolo, dueño de una arquitectura exquisita, que es motivo de admiración para los turistas que llegan a Buenos Aires. El edificio fue encargado por el empresario italiano Luis Barolo a otro italiano: el arquitecto Mario Palanti. Y fue inaugurado en 1923. Fascinado por la arquitectura que tiene, pero sobre todo por los mitos y leyendas que hay alrededor de esta construcción de una estética tan particular, el cineasta Sebastián Schindel decidió investigar cuánto hay de verdad en la relación que siempre se estableció –pero que nunca se comprobó del todo– entre la Divina Comedia, de Dante Alighieri, y el Palacio Barolo. Su documental El rascacielos latino se estrena hoy en la nueva sala del Centro Cultural San Martín (Sarmiento y Paraná).
Schindel tardó dos años en realizar la rigurosa investigación del documental a través de consultas a todos los especialistas, historiadores y arquitectos que investigaron la temática. También accedió a fuentes originales, diarios, libros y revistas de la época. “Incluso, fuimos al Hotel del Inmigrante a buscar las fechas en que habían llegado Palanti y Barolo a la Argentina”, comenta Schindel a Página/12, mientras explica que con todo ese material buscó responder en su documental el siguiente interrogante: si la relación entre el Palacio Barolo y la obra cumbre del Dante es sólo una leyenda urbana. “O cuál es el origen de esa leyenda”, agrega el cineasta que, a modo de anticipo, asegura que logró conseguir datos, pistas y testimonios “que nunca antes nadie había conseguido”.
–¿La idea fue contraponer las opiniones de los especialistas para asegurar que no hay una certeza al respecto?
–Cuando uno empieza a investigar sobre esta temática hay por lo menos dos campanas. Está la más historicista, más científica, que señala: “No encontramos pruebas documentales”. Pero después está la otra campana que empieza por agarrar la guía turística de la ciudad de Buenos Aires y ver que uno de los principales atractivos “es el Palacio Barolo inspirado en la Divina Comedia”. Lo dicen desde la Lonely Planet hasta la Guía Oficial del gobierno porteño. Entonces, muchachos, ¿de dónde sacan ustedes para escribir esto? Bueno, empecé a hurgar un poquito. Y ahí uno empieza a encontrar cosas raras. Y después, también encontré profesores de arquitectura y universitarios que dicen lo contrario.
–¿Por qué decidió estar en la puesta en escena haciendo la investigación en cámara?
–Porque siempre sentí que alguien tenía que ser el investigador, alguien tenía que ser el hilo conductor que uniera todas estas piezas sueltas del rompecabezas. Había que coserlas y alguien lo tenía que hacer. En un momento, pensé en poner un actor, pero lo cierto es que me di cuenta de que tenía que ser yo para poder formular las preguntas correctas y poder sacarles a los entrevistados lo que yo necesitaba para la película. Sólo yo lo podía hacer porque había investigado y estaba en tema. Y me animé a hacerlo. Y la verdad es que ahora me siento cómodo, no me da vergüenza verme en la pantalla.
–A su vez, su presencia en cámara le da a usted un suerte de rol de detective que le otorga más suspenso a una historia ya de por sí misteriosa...
–Bueno, como la historia es de por sí bien misteriosa, como usted dice, para mí se caía de maduro que la estética tenía que ser la del policial negro; una estética contrastada, oscura, atemporal. Y por eso le doy ese clima que creo que la historia ya tiene naturalmente, yo simplemente lo puse en imágenes.
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