Los ferroviarios (el término nuclea a trabajadores de distintos oficios que hacen posible el sistema de funcionamiento de los trenes) son los protagonistas de Cheminots, documental de los franceses Luc Joulé y Sébastien Jousse, que se exhibirá hoy a las 19 en la Alianza Francesa (Córdoba 946). El film forma parte del ciclo Esperando al DocBuenosAires, que se llevará a cabo desde este mes hasta octubre y que presentará un lunes de cada mes siete importantes películas francesas, inéditas en la Argentina, en el marco del 50 aniversario de la cooperación franco-argentina (ver recuadro). El ciclo es posible gracias a la colaboración del Institut Français d’Argentine, la Alianza Francesa de Buenos Aires, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y Mecenazgo Cultural del Gobierno de la Ciudad.

Como se señalaba anteriormente, un grupo muy diverso de trabajadores franceses le dan vida a Cheminots, donde los directores buscaron plantear cuáles fueron las consecuencias que tuvo el neoliberalismo en el sistema ferroviario francés, cuando éste se abrió a la competencia y pasó de ser un servicio público a convertirse en una mera mercancía. El documental indaga en los cambios que provocó esta decisión en el modo de trabajar para las distintas áreas del sistema ferroviario, pero los cineastas también se preguntan acerca de las modificaciones que sufrieron los pasajeros con ese nuevo sistema. A partir de esa doble premisa, el film presenta los testimonios de quienes venden los billetes de viaje, los guardas, los controladores, los mecánicos, los técnicos y los empleados encargados de la circulación. Sin utilizar un tono nostálgico del tipo “todo tiempo pasado fue mejor”, los que opinan intentan señalar las deficiencias que deberían modificarse para no dejarse ganar por la desidia.

Un empleado encargado de vender los billetes de viaje es quien señala que antes trabajaban como “distribuidores de billetes de tren” y que ahora “se podría decir que somos más bien vendedores interesados: estamos obligados a tener un diálogo bien preciso y concluir vendiendo la tarjeta, el boleto de vuelta, la primera clase”. Este testimonio, que permite entender cómo funciona el mundo del marketing del siglo XXI, deja entrever que, si el sistema público de transporte se convirtió en una mercancía, el usuario pasó a ser simplemente un sujeto de consumo, y el término “pasajero” se transformó en el de “cliente” para quienes planifican el sistema ferroviario. Una trabajadora encargada de atender las problemáticas de los pasajeros va más lejos y también establece sus críticas a ciertos viajeros obsesionados con “las delicias” del capitalismo, que pretenden que las estaciones se conviertan en centros comerciales y recién después en sitios donde se toma el tren.

Así como numerosos ferroviarios no se cansan de señalar las deficiencias del sistema tanto de atención como de circulación, funcionamiento y reparación de los trenes, hay otro que pone el foco sobre cómo los cambios que trajo aparejada la privatización inciden en las relaciones humanas. Uno de ellos explica: “Los que venden boletos ya no se codean con los de recepción. Esa división ha afectado las relaciones. Hay gente que ni conozco. Lo que a mí me duele personalmente es que soy una persona sociable y, sin embargo, veo a ferroviarios como yo, que trabajan a veinte metros de donde estoy, cruzan la estación y no los saludo porque no los conozco”. Esta opinión también trasluce otra de las ideas del actual proceso de trabajo que impone un rígido sistema, en el que los trabajadores son meros eslabones de la cadena de funcionamiento, cuyos mentores tienen como premisa el principio de maximización de las ganancias a cualquier costo. “Hoy nos piden rendimiento. Nos piden mayor desempeño. Hay que ir más rápido, esforzarse, trabajar en condiciones que no son las de antes”, sintetiza un ferroviario. Es que no sólo las locomotoras deben ser máquinas para las empresas de transporte público, también los humanos deben parecerse a éstas.

La apertura al mercado del sistema ferroviario no es una decisión exclusiva de Francia. Y el documental lo expone con el ejemplo de Inglaterra. El director británico Ken Loach, que en The Navigators (2001) se ocupó de un tema similar, también participa en Cheminots y compara: “En Inglaterra es un verdadero desastre. La privatización de los ferrocarriles fue mucho más costosa para el contribuyente. Las empresas perdieron tanto dinero que han sido nacionalizadas nuevamente”. Casi sobre el cierre de Cheminots, el documental muestra otra veta temática: de qué manera se pueden resistir los cambios que provocó la ola privatizadora y mejorar el sistema de funcionamiento desde el propio ámbito de trabajo. A juzgar por las opiniones, no hay mucho por hacer en ese sentido.

Si bien Cheminots indaga en las consecuencias en el sistema ferroviario francés y también ejemplifica con el caso de Inglaterra, la privatización del sistema público de transporte no es exclusiva de estos países europeos, sino que se trata de una decisión que se tomó en varias regiones del mundo con el avance del neoliberalismo. Al ver este documental es inevitable la asociación con lo sucedido en la Argentina durante la gestión presidencial de Carlos Menem. Casi se diría que las opiniones funcionan como un calco de lo producido en la Argentina, donde el sistema ferroviario fue privatizado, con la consecuencia de miles de pérdidas de empleos y de deficiencias en el sistema de funcionamiento que incluyeron el cierre de numerosos ramales que llegaban al interior del país. Decisión que terminó creando pueblos fantasma en varias provincias, donde el tren era el único medio de transporte que llegaba.