Miércoles, 29 de octubre de 2014 | Hoy
CINE › COMIENZA LA 15ª EDICIóN DEL BUENOS AIRES ROJO SANGRE
Pablo Sapere y Ariana Bouzón, mentores del encuentro que comienza hoy en el Complejo Monumental, no dudan en señalar el buen momento que vive el género, no sólo en cuanto al alcance que obtiene entre el público, sino también por la creciente producción nacional.
Por Andrés Valenzuela
“El género va emergiendo de la tumba, como los zombis, que arrancan por la mano, y ahora ya tenemos casi todo el cuerpo afuera.” Quien habla es Pablo Sapere. Y la comparación no podría ser más acertada, porque se refiere al BARS, es decir, al festival de cine de género Buenos Aires Rojo Sangre, un clásico de la grilla festivalera nacional que comienza hoy y festeja, cual virginal Carrie escarlata, sus 15 añitos hasta las rodillas de vísceras, horrores de ultratumba, pesadillas reptantes y aullidos ensordecedores. Que es, a fin de cuentas, el mejor modo de celebrar esta cita ineludible de las películas “de miedo”.
El BARS llenará de espanto el Complejo Monumental (Lavalle 836) entre hoy, con la proyección de la estadounidense Así en la tierra como en el cielo (John Erick Dowdle, 2014) y el 9 de noviembre. Del festival participarán decenas de largometrajes y habrá 12 bloques de cortos de distintos orígenes. Porque la sangre a chorros no es patrimonio exclusivo de Hollywood ni del Lejano Oriente, en las distintas competencias los espectadores podrán ver films de España, Turquía, Reino Unido, Serbia, Canadá, Bélgica, Francia, Chile, Italia, México, Cuba, Colombia y Uruguay. Además, por supuesto, los créditos argentinos darán que hablar, en un circuito que crece cada día más. Entre éstas se destacan Naturaleza muerta (Gabriel Greco), El Desierto (Christoph Biehl), Corazón muerto (Mariano Cattaneo) y Buscando la esfera del poder (Tetsuo Lumiere). La programación completa puede consultarse en http://rojosangre.quintadimension.com/. Además, las películas en competencia se repartirán en tres categorías: Internacional, Iberoamericana y Bizarra (con títulos tan prometedores como delirantes: Cosplay Fetish Battle Dromes o El onanista perturbado, por caso).
Consultados por Página/12, los mentores del BARS reconocen el crecimiento del sector y lo celebran. Saben que el festival juega un papel importante hacia adentro del circuito, pero aseguran que lo más importante está sucediendo fuera. “Dejamos de ser ese pequeño festival de ghetto, parece que el género argentino empieza a ser parte del menú del circuito comercial”, afirma Sapere. Es que las películas del palo comenzaron a hacerse un huequito en los festivales más importantes del país, como el Bafici o el internacional de Mar del Plata: “Eso para nosotros es como festejar un gol de Messi en el Mundial”. ¿La Pulga zombificada picará con la misma rapidez?
“El otro día Telefe proyectó Sudor frío en trasnoche e hizo más de 4 puntos de rating, que equivale a 400.000 personas”, destaca el director del festival. Según los datos, lideró su franja horaria y la cifra llama la atención: cuando se estrenó en febrero de 2011, la cinta de Adrián García Bogliano llevó 86.000 espectadores a las salas.
“El desafío es llegar a un público más grande, entrar al circuito comercial y encontrarte compitiendo con los tanques, pero también luchar con las cadenas de exhibición”, reflexiona Sapere y advierte que por “grande” no se refiere a éxitos arrolladores como Relatos salvajes. El sector se conforma –por ahora– con permanecer varias semanas en cartel y alcanzar números dignos. “Hay un público para este cine, pero no siempre se entera que estas producciones llegaron a la sala”, considera.
“No es casualidad que sean los Loreti, los De la Vega, los Diment, quienes llegan a festivales y salas comerciales”, evalúa su compañera Ariana Bouzón, productora del BARS. “Hubo un camino paralelo para el cine de género argentino que existió siempre y al cual el festival acompañó con su exhibición; de algún modo esta gente que siempre estuvo acá insistió y logró con mucho esfuerzo ese espacio más que merecido en salas comerciales”, celebra. Cinco años atrás, era un notición que el Incaa hubiera vuelto a financiar una película de terror argentina, tras décadas de desprecio al sector. “Esa es una batalla ganada, la siguiente es con el público, que tiene costumbres y no está habituado a ver películas de terror argentinas”, proyecta.
Bouzón sabe de ese crecimiento. Lo “sufre” en carne propia y desde varios meses antes del festival, cuando tiene que empezar a ver cómo manejar el flujo cada vez mayor de películas para traducir y actividades para coordinar en el encuentro anual. “Ampliar el festival fue una necesidad, hace un par de años agregamos una sala y este año seguía sin alcanzarnos”, confía. Y eso, pasando de los siete días que venían programándose en las últimas ediciones, a las 11 jornadas de este 2014. “Tuvimos que aprender a delegar mucho más”, confiesa. Los voluntarios bancan con su trabajo previo mucho de lo que los espectadores disfrutan luego en una sala oscura con música truculenta.
“Este crecimiento es algo a lo que nos fuerzan las circunstancias”, coincide Sapere. “Cada vez hay más películas y cosas para mostrar, los siete días ya nos quedaban chicos, pero este esfuerzo va a resultar en un festival más grande, con más público y más películas.” El BARS, en su decimoquinta edición, ya se demostró como un pivote del cine de género nacional. Sus organizadores, sin embargo, mantienen la cabeza fría (el mejor modo de manejarse con demonios, trasgos hambrientos y seres del más allá): “No creemos que el festival sea el gran promotor, sólo es el mascarón de proa, es más visible, pero es parte de un gran movimiento de realizadores y públicos”.
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