Miércoles, 24 de diciembre de 2014 | Hoy
CINE › UNA NOCHE SIN LUNA, PRODUCCIóN ARGENTINO/URUGUAYA ESCRITA Y DIRIGIDA POR GERMáN TEJEIRA
El director esquiva tanto el desdén y la crueldad hacia sus personajes como la gratuidad del golpe de efecto dramático: así consigue un amable entramado coral, con líneas mejor resueltas que otras pero con un pulso firme para el costumbrismo.
Por Diego Brodersen
Amabilidad es la palabra que mejor le cabe a Una noche sin luna, coproducción uruguayo-argentina (cordobesa, para más datos) que viene de presentarse en el Festival de San Sebastián. Poco importa que sus tres protagonistas, hombres de mediana edad solitarios y tristes, transiten un fin de año de alegrías pasajeras, leves descansos de una existencia que se adivina mediana y gris, aunque esperanzada. Y melancolía, porque en cada una de las tres historias –relacionadas entre sí por tono y geografía– pueden reconocerse pasados menos opacos, como si la pérdida de algo o de alguien hubiera marcado su devenir de manera definitiva. La ópera prima de Germán Tejeira es transparente desde donde se la mire, y su estructura de tres actos por tres podría describirse sucintamente de la siguiente manera: presentación del trío de historias, desarrollo individual de cada una de ellas, clímax y desenlace mediante los mecanismos del montaje paralelo. Tanto una como las otras tienen como punto de destino el pueblito de Malabrigo, construido ingeniosamente en locaciones tanto uruguayas como cordobesas.
Antonio (Roberto Suárez), mago profesional, soltero y según su propia descripción sin apuros, deja su habitación en un hotel familiar y sale a la ruta junto a su conejo, aunque un incidente lo dejará varado en una cabina de peaje en medio de la nada, junto a la joven encargada del lugar. César (Marcel Keoroglian), separado y algo preocupado por cuestiones de peso, se sube a su taxi y recorre varios cientos de kilómetros para visitar a su pequeña hija. Molgota, un músico que pasa una temporada en la sombra (el legendario Daniel Melingo, quien lógicamente aportó parte de la banda sonora del film) tiene permiso para salir de la cárcel durante veinticuatro horas, gracias al pedido expreso del dueño de un club de barrio. Y así, como en una fábula sin moraleja, todos viajan hacia Malabrigo en esa noche de Año Nuevo, velada que no cambiará sus vidas ni posibilitará algo parecido a la redención –bien a tono con esa benevolencia, melancolía e intensidad moderada que son las marcas más evidentes del film–, aunque, a su manera, para cada uno de ellos se trate de algo más que una noche ordinaria.
Tejeira, quien había oficiado como uno de los productores del largometraje de animación Anina, conjura estas historias mínimas con el pulso firme del costumbrismo, un sabor agridulce que no abandona casi en ningún momento y la seguridad de trabajar en un terreno donde la previsibilidad no termina de romper con el hechizo amable. Y si bien es cierto que poco hay de novedoso en Una noche sin luna –con su estructura coral que ya conforma un género en sí mismo y esos apagones de luz que funcionan como motores para algunas acciones y reacciones, al tiempo que se revisten de carga simbólica–, también lo es que el realizador esquiva tanto el desdén y la crueldad hacia sus personajes como las gratuidades del dolor intenso y el golpe de efecto dramático. La mejor de las tres historias es la del mago y la chica del peaje, mucho más acertada en el manejo de los espacios acotados donde transcurren los hechos, alejada del tono publicitario que adoptan por momentos las restantes, más misteriosa. Más humana, en definitiva.
Uruguay/Argentina, 2014
Dirección y guión: Germán Tejeira.
Fotografía: Magela Crosignani.
Montaje: Germán Tejeira y Julián Goyoaga.
Música: Daniel Melingo.
Duración: 80 minutos.
Intérpretes: Daniel Melingo, Elisa Gagliano, Marcel Keoroglian, Roberto Suárez, Adrián Biniez, Horacio Camandule.
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