Jueves, 22 de enero de 2015 | Hoy
CINE › MORTDECAI, EL ARTISTA DEL ENGAñO, DE DAVID KOEPP
Por Horacio Bernades
Que David Koepp, guionista de las primeras entregas de Jurassic Park, Misión: Imposible y El Hombre Araña, no haya escrito el de Mortdecai, el artista del engaño, es un dato que llama la atención. En este film cómico con poca y ninguna comicidad, el realizador de Ecos mortales se reúne con Johnny Depp, que había protagonizado para él la también muy menor La ventana secreta (2004). Comedia de robos en el mundo del arte, el modelo de Mortdecai parecería ser Cómo robar un millón de dólares (1966), donde Peter O’Toole ayudaba a Audrey Hepburn a robar una estatua de un museo parisino. Al menos en términos de delgadez y elegancia, Gwyneth Paltrow es una posible émula de Mrs. Hepburn, mientras un Depp rubio y con bigotito hace un snob tan afectado como sólo un connaisseur de arte británico podría llegar a serlo. La hendidura interdental del actor favorito de Tim Burton permite verlo como Terry Thomas haciendo una caricatura de Peter Sellers.
Un original de Goya que se consideraba inconcluso llega a manos de una restauradora. Esta es asesinada y el original, robado. Siguiendo la pista, un inspector del MI 5 –el servicio de inteligencia británico para el que, como todo el mundo sabe, presta servicio el agente 007– se ve obligado a pedir ayuda al erudito y marchand de pocos escrúpulos Charles Mortdecai, último representante de un linaje aristocrático, a quien no soporta (Depp). Johanna, esposa de éste (Paltrow), hace su propio juego, intentando recomponer la economía familiar que el cabeza hueca de su marido puso al borde de la ruina. Para ello aprovecha que el inspector Martland (Ewan McGregor) se babea por ella desde que estaban en el high school y le saca datos. Como en una de Bond, la búsqueda del cuadro robado lleva la acción de la campiña inglesa a Londres y de allí a Shanghai, con mafiosos rusos y conspiradores nazis multiplicando líneas narrativas. Es la multiplicación, pero no la suma.
Nada de lo que ocurre parece importar tanto como el bigotito que el último de los Mortdecai decidió dejarse crecer. A Johanna se le revuelve literalmente el estómago cuando intenta siquiera besarlo, le cierra la alcoba y lo amenaza con el divorcio. Charles no piensa afeitárselo, el inspector Martland no puede dejar de mirárselo y obviamente todo termina con una escena de amor y bigote. Que una pilosidad como ésa sea lo más importante de una película que parece transcurrir fuera del tiempo y el espacio –parecen los comienzos del siglo pasado, trasplantados a éste así como estaban– exime de mayores comentarios. Su compromiso con lo que están haciendo permite inferir que tanto Depp como Paltrow, McGregor y hasta el reaparecido Jeff Goldblum (en el papel de un comerciante de arte de escasos escrúpulos) habrán pensado lo mismo.
EE.UU, 2015.
Dirección: David Koepp.
Guión: Eric Aronson, sobre novela de Kyril Bonfiglioli.
Duración: 106 minutos.
Intérpretes: Johnny Depp, Gwyneth Paltrow, Ewan McGregor, Paul Bettany, Jeff Goldblum, Ulrich Thomsen.
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