CINE › “LA DIGNIDAD DE LOS NADIES”, DE FERNANDO SOLANAS
Gente de carne y hueso, pero con una estatura casi mítica
El documental, segundo de una serie de cuatro, es quizás el más vital de Pino.
Por Horacio Bernades
Con cuatro premios ganados en el reciente Festival de Venecia, La dignidad de los nadies, nuevo opus de Fernando Solanas, forma parte de una suerte de fresco documental (y monumental) en cuatro partes, al que parece animar una secreta voluntad de intervención sobre la Argentina contemporánea. Dentro del vasto programa solaniano, Memorias del saqueo representaba una deconstrucción y entierro del menemismo y posmenemismo, mientras que las dos siguientes, de próximo rodaje, serán Argentina latente y La tierra sublevada. La primera de ellas aspira a ser una suerte de catálogo de las fuerzas productivas que se mantienen en estado larvario, mientras que la segunda apunta a dar cuenta del modo en que hasta ahora se explotó (y expolió) a la tierra y sus habitantes. Dentro de este sistema de piezas que encastran, La dignidad de los nadies funciona al mismo tiempo como poema telúrico y como testimonio de que no todo está perdido.
Aquello que sobrevive después de lo que el viento de los ’90 se llevó es, según Solanas, lo que el título de la película indica: la dignidad de los que menos tienen, la solidaridad de los que no tienen nada, la voluntad de resistir, agruparse, organizarse. ¿Combatir? Sí, cómo no, por sus derechos, como lo demuestra todo lo que el propio Solanas registra cámara en mano durante las dos horas de La dignidad de los nadies, con asistencia del documentalista Alejandro Fernández Mouján. Piquetes y cortes de ruta, marchas de silencio y asentamientos urbanos, tomas y fábricas recuperadas, resistencias a leyes que benefician a los poderosos, conviven a lo largo de La dignidad de los nadies con motoqueros que se largan a participar de las manifestaciones del 2001, desconocidos que les salvan la vida a esos mismos motoqueros baleados por la policía, gente que lleva adelante comedores populares y sacerdotes demasiado populares para ser tolerados por las autoridades.
Allí donde Memorias del saqueo apuntaba (y con frecuencia pontificaba) sólo sobre lo macro, el segundo movimiento de la saga funciona casi como opuesto complementario de aquélla. Es como si lo único que le interesara a La dignidad de los nadies fuera lo pequeño, lo mínimo, esos seres que suelen ser anónimos y aquí tienen derecho al nombre. Y hacen cosas, que de eso se trata. Tras una rapidísima, frenética introducción informativa –que apunta a poner en tema al potencial espectador extranjero, y que Solanas resuelve con una combinación de carteles y montaje que parecería salida de La hora de los hornos–, La dignidad de los nadies se aboca a su sujeto, dicho esto tanto en sentido dramático como histórico. Su sujeto son el motoquero Martín (con su balazo de Itaka alojado en el cráneo), el llamado Maestro Toba (viejo militante de los ’70 que todas las semanas les da de comer a más de cien chicos), los cartoneros Margarita y Colinche, las enfermeras en protesta del Hospital Posadas, la novia del asesinado Darío Santillán (a quien recuerda, en uno de los momentos más emotivos), el cura Gustavo (suerte de Padre Mugica de aquí y ahora), los obreros de Zanon. Y, sobre todo, unas increíbles mujeres chacareras de La Pampa, que frenan el remate de sus propiedades con una única arma: la entonación al infinito del Himno Nacional.
Organizada en capítulos que llevan el nombre de sus protagonistas, en esa obstinada reiteración de estrofas que las mujeres repiten remate a remate y juez a juez, la película de Solanas encuentra su pico dramático, empático y hasta humorístico. La clave de todo ello es el lugar desde donde el narrador (el propio Solanas, entrevistando, comentando y relatando en off) se relaciona con sus personajes. Si Memorias del saqueo parecía vista toda desde arriba y en panorámica, La dignidad de los nadies es una película bien a la altura de hombres y mujeres de carne y hueso. Pero que parecerían hechos de una sustancia mítica. Como lo confirma el afiche de la película, que ilustra una Madre Tierra de mil brazos. Tampoco es por ningún capricho que, con renovado espíritu lúdico, la voz de Solanas introduzca cada capítulo, cada personaje, mediante el recitado de una coplita campera, rimada y graciosa.
Es que, en la que tal vez sea su película más joven y vital en varias décadas, el realizador de La hora de los hornos parece ver en esta gente la sal de la tierra. Unos nuevos hijos de Fierro, que estarán lejos de los titanes de Carpani pero comparten con ellos una vocación de mito. Sólo quienes crean que el género documental debe repeler toda poesía, quienes sigan pensando que la subjetividad y hasta la mitificación no caben cuando de registrar se trata, podrán cuestionar este film-ensayo que apuesta por volver a creer e invita a hacerlo, con poderío y emoción.
8-LA DIGNIDAD DE LOS NADIES
Argentina/Brasil/Suiza, 2005.
Dirección, guión, textos, relato y fotografía: Fernando E. Solanas.
Investigación: Alcira Argumedo.