Jueves, 16 de noviembre de 2006 | Hoy
CINE › “CHICHA TU MADRE”
El director peruano Gianfranco Quattrini traza una verdadera aguafuerte limeña.
Por Horacio Bernades
Basta que el tipo entre al estadio de La Libertad, en mitad del partido, para que los contrarios lesionen al jugador clave, en un encuentro decisivo para ascender a primera. ¿Es yeta Julio César? Lo seguro es que busca la suerte –en las cartas del tarot, en la raspadita, en los rebusques del día a día– y no la encuentra. Tampoco es que la dispense demasiado: cuando tira las cartas no tiene el menor problema en anunciarle mala fortuna a quien cuadre, ahuyentando posibles clientes a diestra y siniestra. Extraña clase de vivillo medio atontado, Julio César es uno más que trata de ganarse la vida, en medio del caos limeño. En la calle trabaja, manejando un taxi, y desde hace un tiempo también vive, porque la mujer acaba de echarlo de casa.
Desde Gatica, el mono y Pizza, birra, faso no se veía una película latinoamericana tan enraizada en la cultura popular urbana, en su ética y estética, como Chicha tu madre, ópera prima de Gianfranco Quattrini. Cineasta de patria múltiple, Quattrini nació en Perú de familia suiza, se crió en Chicago y se formó en Argentina, donde vive. En la gacetilla de prensa confiesa su atracción por la cultura “chicha”, equivalente peruano de la mersada argentina. Lo chicha son los santitos de entrecasa, las fritangas al paso, las ferias y bolichitos de compraventa, los ídolos de la tele y la vulgata ocultista, el pisco berreta y la cumbia. Producto de esa fascinación de nativo-extranjero, todo ello se ve reflejado, en Chicha tu madre, con un sabor y una riqueza que el cine latinoamericano (el del resto del mundo, ni hablar) parecía haber perdido hace rato.
Si ésa es la estética, la ética que impera en la ópera prima de Quattrini es la misma que rige en cualquier ciudad y que asomaba ya en Bosques, mediometraje codirigido con José Campusano, que hubo ocasión de ver en los festivales de Mar del Plata y Buenos Aires. La ética de la picaresca, claro. Pero una picardía de mera sobrevivencia. Tan ingenua y chambona como para cambiar al jugador lesionado por su hermano mellizo, esperando que las autoridades no se enteren. Después de tomar unas clases de tarot, Julio César (magnífico Jesús Aranda, secundario de telenovela que tiene aquí su primer protagónico) se larga a tirar las cartas sin demasiada ciencia. Miente un poco, no puede levantar la hipoteca, se quema en boludeces los pocos pesos que gana en la lotería. “Yo viviría bien en cualquier ciudad, con tal de que haya putas”, le confiesa al enfermero argentino Fabián, que untó a las autoridades del club para que le permitieran promocionar unos muy sospechosos viajes curativos (Pablo Brichta, que logra inspirar desconfianza y piedad al mismo tiempo).
También está Sanguinetti, director técnico de La Libertad (un muy teatral Jean-Pierre Reguerraz) que, como buen argento, se vende por bastante más de lo que vale. Cuando la esposa eche de casa a Julio César, una puta llamada Katlyn (la vedette televisiva Tula Rodríguez, adecuadísima) será su compañía. Tal vez espere pasar a la respetabilidad, algo que el otro no parece en condiciones de darle. Con una fotografía de Iván Gierasinchuk que resalta el colorinche de las avenidas y la sordidez de las callejuelas, una abolerada partitura de Axel Krygier y un demasiado obvio recurso a las cartas de tarot como contrapunto narrativo, Quattrini triunfa allí donde muchos fracasan. Abordando la cultura popular desde un lugar ilustrado, el cineasta multinacional no incurre en ninguno de los grandes pecados que suelen cometerse en este terreno, evitando tanto el paternalismo como el menosprecio. El resultado es una verdadera aguafuerte limeña, si se permite la paráfrasis arltiana.
7-CHICHA TU MADRE
Perú-Argentina, 2006.
Dirección: Gianfranco Quattrini.
Guión: Christopher Vásquez y G. Quattrini.
Fotografía: Iván Gierasinchuk.
Música: Axel Krygier.
Intérpretes: Jesús Aranda, Tula Rodríguez, Pablo Brichta, Jean-Pierre Reguerraz y Tatiana Espinoza.
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