Viernes, 8 de febrero de 2008 | Hoy
CINE › “LAS VIDAS POSIBLES”
El opus dos de Sandra Gugliotta hace foco en una Patagonia misteriosa.
Por Horacio Bernades
Como atrapadas en un juego de espejos, ciertas películas argentinas recientes tienden a reflejarse entre sí. A veces al infinito, como sucede con los espejos enfrentados. Segundo largo de Sandra Gugliotta luego de la muy distinta Un día de suerte (2002), Las vidas posibles transcurre casi enteramente en la Patagonia (como todo el cine de Carlos Sorín o El aura y Nacido y criado, para nombrar sólo algunas) y narra –como El otro, Tatuado, Encarnación o La punta del diablo– un viaje existencial en el que pausas, detenciones y silencios se imponen por sobre acciones y palabras. A lo largo del film se respira, por otra parte, un aire de pérdida y melancolía que es común no a alguna de las nombradas, sino a todas, con las de Sorín como única excepción. Al avanzar sobre una zona lindante con lo inexplicable, la película de Gugliotta refleja, sin embargo, otros films, aparentemente distantes, como Sobre la arena (F. Ozon, 2000) y, cómo no, La doble vida de Verónica.
Film de puras preguntas y casi ninguna certeza, tras festejar su cumpleaños y hacer el amor, una mañana Luis (Germán Palacios), pareja de Carla (Ana Celentano), agarra su bolsito y se va. Unas escenas más adelante se sabrá que en su condición de geólogo, Luis viaja regularmente al Sur. Pero aun así esa partida parece tomar por sorpresa a Carla, cuya inquietud será creciente. Tras un último llamado desde un aeropuerto, Luis nunca llega al hotel donde hizo una reserva, ni vuelve a comunicarse con su mujer. Esta parte en su búsqueda y, en la zona donde se supone que Luis debería haber ido a parar, encuentra a alguien idéntico a él. El problema es que ese otro es, justamente, otro. O eso dice, o simula. Se llama Luciano, trabaja desde hace años en una inmobiliaria y vive con su mujer, Marcia (Natalia Oreiro, vaciada de glamour). Lo más importante, Luciano no da el menor signo de conocer a Carla. Esta preferirá a su vez sondear el asunto de modo indirecto, sin encarar jamás la cuestión frontalmente. Dadas así las cosas, no se hace difícil presentir que, en lugar de resolverse, el misterio se encamina a su definitiva irresolución.
El espectador que peor la pasará es aquel que suponga estar frente a “una de misterio”. En tanto ese tipo de films presupone, al menos en su versión clásica, una resolución racional del asunto. Y no es para ese lado que va Las vidas posibles. Que la trama juegue con pistas e indicios, llamando a seguirla como un thriller, no ayuda precisamente a aventar malos entendidos. Pesados silencios y miradas que se desvían dan a pensar que algún gato encerrado hay. Empezando por la propia protagonista, que por alguna razón no responde a los llamados de la policía y por alguna otra (o la misma) se niega a recibir a su hermana, Elena (Marina Glezer), que se ha venido desde Buenos Aires para ver qué pasa. La propia Elena parece estar en posesión de algún secreto escondido; el conserje del hotel (Osmar Núñez) parece guardar información; el jefe de policía de la zona (Guillermo Arengo) preferiría no tener que investigar. Y para qué hablar de Luciano o su esposa, que claramente dan la sensación de esconder algo.
El tema es que por cada teoría conspirativa hay una que la desmiente, desde la cerrazón de pueblo chico hasta la propia angustia de vivir en medio de la nada. O la otra angustia, la de Carla, que como modo de negar la ausencia de Luis perfectamente podría haberse inventado un doble. Es justamente esa grieta que se abre entre los hechos y la subjetividad, entre lo racional y no tanto, entre lo palpable y lo que no lo es, entre lo concreto y lo metafísico, la que el guión (escrito por la propia Gugliotta, con colaboración de Pablo Fendrik) ha decidido investigar. Para que el sistema no haga agua es necesario que el relato jamás se objetivice, que esté narrado a través del punto de vista de Carla y no se corra jamás de allí. Sin embargo, hay momentos en que eso sucede, poniendo en peligro la entera verosimilitud de la película.
Uno de esos momentos es cuando se ve a Luciano y Marcia, a solas en su casa. ¿Quién los mira en ese momento? ¿Y qué es lo que ve Elena cuando el comisario les presenta, a ella y a Carla, un cuerpo que bien podría ser el de Luis? En ese caso, el escamoteo del punto de vista de Elena suena demasiado forzado. Si en esas instancias el verosímil hace ruido, es preciso reconocer que en otros terrenos eso jamás ocurre. En términos estrictamente estéticos, Las vidas posibles es un film sumamente homogéneo, en el que no hay plano, gesto o encuadre que suene a nota falsa. Y eso no es poca cosa.
7-LAS VIDAS POSIBLES
Argentina/Alemania, 2007.
Dirección y guión: Sandra Gugliotta.
Fotografía: Lucio Bonelli.
Música: Sebastián Escofet.
Intérpretes: Ana Celentano, Germán Palacios, Natalia Oreiro, Marina Glezer, Osmar Núñez y Guillermo Arengo.
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