Martes, 9 de febrero de 2010 | Hoy
PLASTICA › VIDEO, PINTURA MURAL, INSTALACIONES, INTERVENCIONES Y CINE, EN PROA
En la Fundación Proa se presenta un conjunto de obras de artistas: video, pintura, instalaciones, intervenciones y cine. Una selección breve y variada de arte contemporáneo en el corazón del barrio de La Boca.
Por Fabián Lebenglik
La Fundación Proa presenta en estos días un “Panorama del arte contemporáneo” breve y variado, que incluye video, pintura mural, instalaciones, intervenciones, performance y cine independiente.
La muestra, que se subdivide en diferentes capítulos, los cuales a su vez en algunos casos se entrecruzan, se despliega en todas las salas y plantas de la Fundación, incluida la biblioteca-librería, la cafetería, la terraza y los lugares de paso. Sin embargo, esta “ocupación” del espacio no resulta abrumadora en relación con la disposición de las obras porque los respectivos curadores de cada una de la secciones lograron un resultado armónico entre los trabajos exhibidos, el espacio disponible y la percepción de los visitantes. Se trata más bien de un panorama de “cámara”, en el que el cruce de lenguajes y técnicas conviven y se complementan.
El primer capítulo de este paneo contemporáneo es la segunda edición de Art in the Auditorium, un programa coordinado por Rodrigo Alonso con la participación de instituciones y curadores internacionales: Whitechapel (Londres), The Institute for the Readjustment of Clocks, albergado por el Instanbul Modern (Estambul), Ballroom Marfa (Texas), Galleria d’Arte Moderna e Contemporanea (Bérgamo), Citi Gallery (Wellington), Henie Onstad Kunstseneter (Oslo) y la anfitriona, Proa. Cada una de estas instituciones presentan, respectivamente, las obras de Ursula Mayer (Austria, 1970), Inci Eviner (Turquía, 1956), Aïda Ruilova (EE.UU., 1974), Patrizio Di Massimo (Italia, 1983), Nova Paul Nueva Zelanda, 1973), Lars Laumann (Noruega, 1975) y Charly Nijensohn (Argentina, 1966). Las obras están presentadas de modo aislado (como la de esta última) o en una ambientación compartida, aunque en diferentes formatos: pantallas, televisores, proyectores, monitores de computadora.
Según explica Alonso, “las piezas dan cuenta de la amplia variedad formal y conceptual de la que es capaz el medio electrónico. Algunas de ellas investigan las posibilidades narrativas del audiovisual de autor, otras trabajan a partir de imágenes de una fuerte carga simbólica, otras se basan en investigaciones históricas o culturales que se aproximan al documental, pero desde una perspectiva singular. En otros casos, existen exploraciones visuales, que mediante técnicas de animación o manipulación digital resaltan los valores estéticos de las imágenes. Así, el relato testimonial (Di Massimo, Laumann) coexiste con la reflexión filosófica (Mayer, Ruilova), o el oscuro paraje en el que se manifiesta una metáfora ecologista (Nijensohn) entra en contrapunto con la exaltación cromática y plástica (Paul, Eviner)”.
La obra más destacada de esta sección es la del argentino, en donde la silueta de un hombre a la deriva flota en un sector de la selva amazónica deforestada e inundada. Es un corto tan inquietante como poético, en el que el videasta, para hablar de cuestiones acuciantes y notorias, como las consecuencias del cambio climático, la modificación del ecosistema y la explotación indiscriminada de la naturaleza, se mete con elocuencia en el centro del problema.
En las salas 3 y 4 se presentan sendas muestras de Luisa Rabbia (Italia, 1970. Vive y trabaja en Nueva York) y Alejandra Seeber (Argentina, 1968. Vive y trabaja en Buenos Aires y Nueva York).
Rabbia, con curaduría de Beatrice Merz, exhibe dos trabajos: por una parte, una enorme instalación sobre pared, The Following Day, No One Died, 2009 (Al día siguiente, nadie murió), realizada en porcelana e impresión sobre vinilo. Por la otra, un video, Travels with Isabella. Travel Scrapbooks 1883-2008 (26’30”; 2008).
En el primero de sus trabajos, la gigantografía de un electrocardiograma que su padre se realizó un tiempo antes de morir (ampliada a ocho metros y medio de ancho), está atravesada en su superficie por caminos de porcelana, amasados por la artista. Así, las líneas rítmicas y modulaciones cardíacas que imprime el electro en el papel, están surcadas por un cordón que luce orgánico y agrietado e incluye la evocación de un bebé por nacer, le permite a L. R. reflexionar acerca del viaje introspectivo que suponen muerte y vida, de cerca.
Otro viaje, más complejo y plagado de mediaciones, es el que se cuenta en la segunda obra, un video inspirado en los álbumes de fotos que la coleccionista Isabella Stewart Gardner (ISG) reunió en sus viajes a China a fines del siglo XIX. Aquella colección sirve como fondo de un diario de viaje de Luisa Rabbia, que “incrusta” sus propios recuerdos e impresiones en el contexto de la cita de imágenes ajenas: dibujos, extractos de videos, piezas de museo que fueron motivo de una residencia de L. R. (en el Museo ISG de Boston). Según cuenta la artista en un diálogo con la curadora publicado por la Fundazione Merz el año pasado, “diferentes tiempos y lugares se unen en un viaje por la memoria que transcurre sin ningún orden cronológico. Creo que ésa es nuestra manera de recordar: aunque tomamos nota de la fecha y la hora, si cerramos los ojos, los acontecimientos pasados se unen, se mezclan entre sí, cambian de orden. Lo que queda es su sabor, indistinto. Como si, una vez que han pasado, las cosas se transformaran en un todo indiferenciado. Ese todo da por resultado nuestro presente, porque estamos hechos de todo lo que ocurrió antes. Como dijo Albert Einstein: “Las personas como nosotros, que creen en la física, saben que la distinción entre pasado, presente y futuro no es más que una ilusión que se obstina en persistir”.
La obra de Alejandra Seeber, Muro O’Reverie, es un mural compuesto de capas de empapelado, pintura y fresco. Con un efecto similar al que suscita ver una casa en demolición, el mural de Seeber, capa sobre capa, devela las funciones, historias y memorias que las paredes suelen revelar cuando se escarba un poco en los materiales. Los empapelados sucesivos y superpuestos, arrancados caóticamente, dejan ver diseños, estilos, épocas, gustos, que se traducen como espasmódicos efectos de sentido que permiten al espectador viajar en el tiempo, pero estando inmóvil. La mirada recorre todos esos patrones de diseño que construyen un patchwork ideológico, estético y cultural a ser interpretado.
Otro conjunto de obras de Seeber está constituido por Dialogville, una serie de burbujas de vidrio soplado que, colgadas aquí y allá (en lugares de paso, en la librería), se inspiran en los globos de diálogo de las historietas. Diálogos vacíos sobre las cabezas de los visitantes, que pueden llenarse (o dejarse vacíos) con los pensamientos e intercambios verbales que surgen al paso. Este trabajo forma parte de otra secuencia del “panorama” de Proa: el capítulo “Sintonías”, coordinado por Cintia Mezza, incluye además obras de Elba Bairon (Bolivia, 1947. Vive y trabaja en Buenos Aires), Alejandro Cesarco (Uruguay, 1975. Vive y trabaja en Nueva York) y Esteban Pastorino (Buenos Aires, 1972).
Bairon presenta una instalación en la pared de la cafetería, hecha con yeso, hierro, esmalte y esténcil sobre el muro. Un paisaje abstracto y sutil, protagonizado por un conejo.
Esteban Pastorino exhibe dos obras, un estereoscopio y un periscopio. Enfoques, distorsiones y fragmentación del paisaje a través de dos instrumentos anacrónicos, para otear en el horizonte de La Boca desde la terraza de la Fundación Proa.
Cesarco, junto con la dramaturga Ana Katz, presenta una situación para dos personajes, como performance.
En relación con estas “Sintonías”, la curadora Olga Martínez presenta las célebres ediciones que Mirta Dermisache realiza desde hace décadas. Escrituras y textos ilegibles, elogiados a comienzos de los setenta por Roland Barthes, están ploteados sobre la pared de entrada a la librería en la que se venden ejemplares de la obra de Dermische.
Finalmente, la secuencia integrada por obras de Alejandro Cesarco y Jorge Méndez Blake (México, 1974), componen el capítulo “Otras voces”, curado por Florencia Malbrán. Mientras Cesarco presenta un video de nueve minutos sobre la película India Song, de Marguerite Duras, (basada en su obra teatral homónima), JMB muestra la instalación La Biblioteca Borges (pinturas sobre muro, madera, espejos, dibujos). En palabras de la curadora “ambos recurren a la literatura, pero también al cine y la arquitectura, para reflexionar sobre el presente y sus vínculos con el pasado”. El sábado 13 se proyecta el documental Copacabana, de Martín Rejtman. (Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, hasta el 14 de marzo. Adultos: $10; jubilados y estudiantes: $6. Martes a domingos, de 11 a 19.)
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