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Miércoles, 14 de marzo de 2012

DISCOS › KISSES ON THE BOTTOM, LO NUEVO DE PAUL MCCARTNEY

Al rescate de viejas melodías

El título (traducible como “Besos en el culo”) poco tiene que ver con la extrema elegancia del disco. Producido por Tommy LiPuma, reúne canciones de los años ’30 y ’40, más dos temas de Paul. Hay invitados de lujo, como Stevie Wonder y Eric Clapton, entre otros.

 Por Diego Fischerman

En 1969, mientras Los Beatles se separaban y el single con “Get Back” llegaba al primer puesto de ventas en Inglaterra, Paul McCartney producía el primer disco de larga duración de una cantante galesa que le había presentado la modelo Twiggy. La carrera de Mary Hopkin, que tuvo como primer estandarte una canción del propio McCartney que Los Beatles nunca grabaron oficialmente, “Goodbye”, fue fugaz. No es eso, en todo caso, lo que importa sino el repertorio que el músico había elegido para ella: viejas canciones de Broadway. La música de las radios de su infancia. Las canciones que se cantaban, en familia, en las fiestas de Año Nuevo. Postcard, ese disco ya olvidado, permitía espiar su enciclopedia, como si se tratara de la biblioteca privada de un gran escritor. Allí estaba gran parte de sus secretos.

Más de cuarenta años después, McCartney vuelve sobre la misma idea. Pero esta vez el cantante es él mismo. Y el resultado de ese regreso no podría ser más luminoso.

El disco, con bella presentación y producción del experto Tommy LiPuma (responsable, entre otras cosas, del último regreso discográfico de Miles Davis y factótum, en su momento, del despegue de una jovencísima artista canadiense llamada Diana Krall), se llama Kisses on the Bottom (“Besos en el culo”) y la frase proviene de una canción de Young y Ahlert que formaba parte del repertorio de Fats Waller y abre el álbum. Una boutade, en todo caso, que poco tiene que ver con la extrema elegancia del disco. En el reportaje que se incluye en el librito, McCartney dice que en estas viejas canciones encontraron, con LiPuma, un territorio en común. Cuenta cómo evitaron las más obvias y de qué manera, entre ellos y la ahora célebre Krall, eligieron el repertorio. Dice también que, en la manera de trabajar, encontró algo de lo que sucedía en los primeros años de Los Beatles: John y él llegaban con una canción que el resto no conocía, la tocaban, iban agregando cosas, se hacía el arreglo sobre la marcha y se la grababa ese mismo día. Compara también a LiPuma con George Martin: “Como él, conoce a los mejores músicos”.

Krall es la pianista; los arregladores son dos, el legendario Johnny Mandel y Alan Broadbent, un músico de Los Angeles, fogueado en la industria del cine e integrante también del Quartet West de Charlie Haden. John Pizzarelli es el principal guitarrista, el excelente Mike Mainieri aparece en el vibrafón, Robert Hurst toca el contrabajo y en la batería están Karriem Riggins o Vinnie Colaiuta.

Los invitados no desentonan para nada: Andy Stein en violín (notable en “Its Only a Paper Moon”), Stevie Wonder en armónica, Eric Clapton en guitarra. Eso solo –y la voz, madura, exacta, y siempre sorprendente, de McCartney– sería más que suficiente. Pero además, en Kisses on the Bottom hay dos canciones que llevan la firma del ex beatle: “Only Our Hearts” y, fundamentalmente, “My Valentine”, una de esas pequeñas piezas maestras que sólo él podría haber compuesto y que jamás terminarán de agradecerse.

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McCartney sigue sorprendiendo con su voz madura.
 
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