Cuando la Orquesta Típica Fernández Fierro creó el CAFF, éste era un taller mecánico grande y derruido del Abasto pasado inmediatamente a antro cooperativo con fines de refugio. Un club atlético social y cultural –eminentemente musical– que años después se puso un poco más lindo y devino en una fórmula climática intrínsecamente tanguera: barro + barrio + mística + luces negras. Primero fue ámbito exclusivo de la rabiosa orquesta; luego, espacio abierto para artistas desplazados del sistema post Cromañón y, finalmente, lugar clave para el panteón under de la música nac & pop. Esa evolución resultó paralela al trascender de la orquesta y fogoneó, casi de côté, una marca que sobrepasó el marco meramente espacial. Se hizo virtual, por ejemplo, y creó una radio, la Radio CAFF, que desde principios del año pasado transmite tangos las 24 horas a través de Internet. Tangos núbiles, actuales, diferentes y sintomáticos, que el disco Radio CAFF, un recorrido por el tango del siglo XXI no hace más que condensar en formato CD, como un recorte de lo que ocurre cada día online y todos los días en el circuito de antros, bares y refugios alejados del for export.

La idea matriz fue englobar a valores contemporáneos en un disquito escueto (45 minutos en total, como los viejos long plays), con 15 temas de 15 discos grabados durante los primeros diez años del siglo XXI. Todo nuevo, “a” nuevo y propio, con la firme intención de esquivar versiones y nostalgias envasadas. Abren los locales con un temazo de Rubin–Diment–Venturín (“Despedida”) y sigue con una grilla que driblea con astucia los duros foules del tiempo: la oscura, densa y guitarrera “Bombay Buenos Aires” (34 Puñaladas) da paso al intento tanguero de un ex rockero, Limón García, a través de la agrupación Rascasuelos (“Hoy”); otra vez el Tape Rubín, ahora con sus guitarras de Puente Alsina, con una gemita con destino de clásico del siglo XXI llamada “Bluses de Boedo”; y de allí a La Chicana y “Una iguana y tres monedas”, abrillantada por el registro melodramático de Dolores Solá; del árido Dema con su Orquesta Petitera (“El mito”) a Futre, con la viscosa “La grasa y la sangre”; o de El Arranque, y su impronta orquestal traducida en “Nuevo y vivo” al Ramiro Gallo Quinteto con un tango piazzolliano de nombre tribunero, “El último kurdo”.

Así, pasando también por Astilleros (“Chiru”), el Cuarteto de Julio Coviello (“Delirio”), el dúo Posetti-Bolotín (“Ida y vuelta”), La Camorra (“Brasas”), Derrotas Cadenas (“Abortando”) y la Orquesta Típica Agustín Guerrero (“Milonga de la suite Salgán”), se desenvuelve un repertorio ajustado pero nutrido, apto para desentrañar las fugas, contracantos y misterios que revela el tango de hoy. Lo que se dice una parada feliz.