Mié 19.08.2015
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DISCOS › BIBLIA OVNI, DE MASSACRE, Y PONG!, DE LOS BRUJOS

Liga de la Justicia poética

Aunque hayan llegado de diferentes maneras –Massacre por prepotencia de trabajo, Los Brujos tras veinte años de ausencia–, ambos grupos crearon en los ’90 un imaginario distinto dentro del rock argentino y hoy son parte del circuito mainstream.

› Por Luis Paz

Desde sus orígenes con una fábula (“El oso”) y una epopeya (“La balsa”), el rock argentino sedimentó en capas tras capas de imaginarios, hasta dejar prácticamente toda área de la intriga humana cubierta. Hubo desde sagrarios como La Biblia, de Vox Dei, hasta falsarios como Anoche, de Babasónicos, y alegorías como las de Sui Generis, cosmologías como las de El Otro Yo y farmacopeas como las de Andrés Calamaro. De todo, sí, pero todavía quedan recovecos. Massacre, por ejemplo, arma un relato de fe interplanetaria en su nuevo disco, incidentalmente titulado Biblia Ovni, en tanto que Los Brujos, compañeros generacionales de aquéllos, encarnan entidades alienígenas llegadas para comentar el organigrama terra-social en Pong!. Ambos, en todo caso, sobre el soporte del fabulario más hondamente calado en la música popular contemporánea. Claro, el rock.

“La piel de Judas tiene forma de beat, criatura reptil súper ultra vital”, comienza “Beat Hit”, primero adelanto y ahora apertura del disco con el que Los Brujos retornaron (a las bateas, a los escenarios, a la Tierra) luego de veinte años. Más tarde en el mismo álbum versan sobre corceles plateados, chicas inmortales que montan dragones, ángeles negros, vampiros, Rolling Stones y astronautas como Yuri Gagarin. Massacre, en tanto, se entretiene con una Niña Dios, una muñeca embrujada, naves que sólo cobijan niños y domadores de felinos salvajes. Los nuevos discos de dos de las bandas más particulares del rock local, aparecidos casi en simultáneo, Biblia Ovni vía PopArt y Pong! mediante S-Music, entrañan éstas y otras hermandades.

También hay que ver más atrás: Los Brujos como cabecillas en la prensa y Massacre como afiliados underground, ambos participaron del llamado Nuevo Rock Argentino de comienzos de la década del ’90, un movimiento de bandas que precisamente tuvo su gran valor en la impostura de imaginarios nóveles, frescos, alternativos. De aquella camada, todos sus referentes se cobraron de su inventiva lírica algunos de sus mejores pagos: Illya Kuryaki and the Valderramas indagando en cierto “kitsch”nerismo, Peligrosos Gorriones desde la evocación naturista, Babasónicos operando sobre la sensualidad de las fantasías marginales, Juana La Loca en plan glam-farmacéutico, y así.

La casualidad de que los nuevos discos de Los Brujos y de Massacre los encuentren (al igual que a IKV, Babasónicos y EOY) en los confines del mainstream apunta, además, sobre el triunfo de aquella psicodelia que hace veinte años opusieron a la sobreproducción clínica de los referentes musicales de esos años, de lo que El amor después del amor fue corolario.

En todo caso, la distancia está en cómo llegaron Massacre y Los Brujos a publicar estos discos. Los últimos, desde una reaparición estrafalaria, una orquestación de ciencia ficción con la contracción al trabajo de una tribu alien que llega para picapedrear la música pop actual: vieron lo que venía pasando, vinieron a aportar sus pasos y vencieron la pesada cruz de aquel rey más importante, el de su gran hit, “Kanishka”. Los primeros vienen de casi una década de ocupar el circuito mainstream, conformando junto a Catupecu Machu y a Babasónicos uno de los frentes que buscó volver a quitar del rock la literalidad estricta del gran movimiento que antecedió su estallido, el rock llamado barrial que aplicó a la épica (del esfuerzo, la resignación, la resistencia), más que a fantasías, misticismos y magias.

En esos prólogos (uno que sigue creciendo, otro que vuelve crecido) radica lo que en la textura y la sustancia distingue a ambos discos. Mientras que Biblia Ovni suena como el nuevo trabajo de una banda que cada vez tiene más facilidades para componer, producir, hacer sonar y grabar su música y reluce el músculo de un grupo que nunca dejó de tocar; Plop! sale felinamente bien parado del hecho de haber vuelto de las sombras, aunque su sonido y momentos de su composición desnudan la falta de algún ejercicio.

Lo de ambos es el rock, y un tipo de rock particular, que desestima las escalas del blues pero tampoco indaga en afinaciones abiertas o síncopes. Sus canciones son elementales y en eso ambas propuestas descuellan por saber bien el diccionario del rock. Los Brujos suenan acá más frenéticos, de a ratos con rumores rockabilly, y literalmente como banda de garage. Massacre aprovecha su odisea cósmica para liberar sus cuelgues, soplar sus aires psicodélicos y agitar un rock espacial y especial. En cuanto a la “madurez” como crédito para un grupo de rock adulto, Massacre gana por KO.

Igual, es dudoso que Biblia Ovni y Plop! sean los mejores discos de estos grupos. Pero en su conjunto se cuelgan una presea mayor: la de anclar en el núcleo de la música urbana actual los intereses, delirios y preocupaciones de una generación que así como creció al calor de superhéroes catódicos y de ídolos de plástico, goma y caucho, también se convirtió en una suerte de Liga de la Justicia poética y estética para las generaciones venideras.

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