Miércoles, 22 de agosto de 2007 | Hoy
DISCOS
A pesar de los seis años que separan a La Radiolina de su CD antecesor trabajo, el músico franco-español Manu Chao no ha detenido su andar en este tiempo. Viajero incansable, trotamundos imposible de seguir, Chao ha estado allí donde las cosas han estado moviéndose, tanto en América como Europa, e incluso Estados Unidos. La llegada de La Radiolina a las bateas este 3 de septiembre viene a cerrar una alternada trilogía conceptual y solista que comenzó con el exitosísimo Clandestino (1998) y siguió con Próxima estación: Esperanza (2001). El nuevo trabajo fue compuesto íntegramente por Chao e incluye como invitados a los músicos de Radio Bemba, Tonino Carotone y Roy Paci, y contó con la participación de integrantes de la radio del Borda La Colifata, cuyo video de Rainin’ Paradize fue grabado en Buenos Aires con la dirección de Emir Kusturika. Pero, en rigor de verdad –por más que así se lo presente–, no es Próxima estación... el último disco de estudio antes de La Radiolina: hay uno que no llegó a la Argentina, se trata de Siberie m’était conteé, un excelente disco-libro en francés creado junto al dibujante polaco Wozniak, que se distribuyó en los kioscos de París y no se tradujo ni se editó en otro lado. Ni será el último trabajo que saldrá pronto. Chao ya tiene otros dos discos esperando; uno es con los Musicarios, asesinos de rumbas, una agrupación paralela que se autodenomina intérprete de “música para sicarios”, y otro disco íntegramente cantado en portuñol. Seguramente en estos últimos (y en el editado en Francia) habrá que encontrar los signos de un recambio creativo en su obra.
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