Sábado, 24 de diciembre de 2011 | Hoy
TELEVISION › EL ANáLISIS DE LO SUCEDIDO DURANTE LA TEMPORADA QUE TERMINA
Por primera vez en mucho tiempo, la lógica del entretenimiento vía concursos o realities no fue la única que campeó en pantalla. La ficción tuvo alto protagonismo, con diferentes resultados y niveles, pero con un aire renovador para la industria.
Por Emanuel Respighi
Aunque para el calendario el año finalizará el 31 de diciembre, para la TV abierta argentina el 2011 es historia desde hace algunos días. Es que los canales ya pusieron el modo verano en las programaciones y casi lo único que se puede ver son repeticiones, refritos, programas grabados y conductores que suplantan a los originales. ¿Pero qué fue lo que dejó este 2011 en el debe y en el haber? A grandes rasgos, y con la imposibilidad de abarcarlo todo, se puede señalar que éste fue el año en el que por primera vez en mucho tiempo la TV comenzó a dejar de lado la dependencia temática de Showmatch –el programa más visto desde hace décadas– para intentar abrir el juego a otras opciones. De alguna manera, puede pensarse este 2011 como la temporada en la que el resto de los protagonistas de la pantalla chica parecieron empezar a comprender que debían dejar de lado la resignación para pasar a la productividad creativa. Bajo esa idea, tímida pero concreta, fue la ficción el género donde más se materializaron las primeras señales del fenómeno, con una cantidad de estrenos que sirvieron para brindar al público una vasta serie de opciones.
Si la TV construye a la audiencia con los ciclos y mensajes que emite, o si en realidad lo único que hace es reflejar lo que sucede en la vida social, es un dilema que no se podrá resolver en un artículo. Pero lo cierto es que hay en ese vínculo un fenómeno simétrico, de correspondencia, que se retroalimenta sin distinguir claramente causas y consecuencias. Guste o no, aun en pleno tiempo de revolución tecnológica, la TV continúa siendo el medio de mayor penetración y el más consumido por los argentinos. Nada de lo que ocurre en la pantalla chica –desde el programa de entretenimiento más simple hasta la comedia más blanca– es ajeno al tejido social de una sociedad.
Subrayado esto, que no por obvio no es necesario repetir, la temporada que termina deja algunos números a repasar, para comprender mejor el estado actual de la TV. En 2011, la torta publicitaria se mantuvo en ascenso, con un incremento estimado respecto de 2010 del 25 por ciento. Esta prosperidad económica puede explicar, entonces, la enorme cantidad de ficciones que se emitieron, el género más costoso y riesgoso de la TV. En total, fueron más de dos decenas de programas del género –entre tiras, telenovelas y unitarios– de producción nacional las que estuvieron al aire durante este año. No se puede obviar, en este punto, el destacado lugar que tuvieron las ficciones surgidas del Plan de Fomento de Contenidos Audiovisuales para la TV digital organizado por el Incaa, que estrenó en América y Canal 9 ocho ficciones.
Antes del análisis del contenido, es necesario puntualizar que en términos de audiencia, 2011 marcó un quiebre definitivo en la puja por el liderazgo que históricamente enfrentó a Telefe y El Trece. Si bien Telefe ganó los cuatro primeros meses, en mayo la situación se revirtió y la tendencia a favor de El Trece fue inevitable. Pese a contar en su staff con los actores, productores y conductores más populares de la industria local (Pablo Echarri, Facundo Arana, Susana Giménez, Julián Weich, Guillermo Francella, Juan José Campanella), la gestión de Tomás Yankelevich no pudo nunca pelearle la temporada al canal del Grupo Clarín, que incluso ganó noviembre por casi tres puntos, en una diferencia que hacía años no se daba. Los abruptos cambios de programación que evidenció la grilla de Telefe desde que empezó la debacle no pudieron revertir la tendencia, que lo encuentra hacia fin de año perdiendo en las tres franjas horarias y con rumores sobre la continuidad de Tomás Yankelevich como gerente de programación (en comunicación telefónica, una alta autoridad del canal desmintió los rumores y dijo a Página/12 que la continuidad de Yankelevich está asegurada). El canal dirigido por Adrián Suar ganó el año con autoridad y casi sin poner en riesgo su liderazgo.
Como se dijo, el que se va fue un año pródigo en materia de ficción. Sobran las razones. Hubo cantidad, calidad y variedad temática en las historias que se contaron. Por primera vez en mucho tiempo todos los canales de aire tuvieron ficciones. Y lo destacable es que en su gran mayoría fueron acompañadas por los televidentes con interés, lo que terminó por echar por la borda la falacia que esgrimen algunos productores y programadores acerca de que la gente sólo quiere ver entretenimiento. La temporada que finaliza demostró que el público desea ver contenidos que se corran de Showmatch, los escándalos y la autorreferencialidad.
El regreso a la TV argentina de Juan José Campanella como productor, director y autor de El hombre de tu vida fue una de las noticias más celebradas del año. Fiel a su estilo, el realizador logró en el unitario de Telefe contar una historia maravillosa, donde el ajustado guión y las actuaciones brillantes se combinaron con una impecable puesta, para plasmar un programa que fue lo más cercano a una obra maestra que pudiera realizarse en la TV local. Las actuación de Guillermo Francella, Luis Brandoni y Mercedes Morán estuvieron a la altura (y en función) de una trama que bajo el recurso de la comedia retrató situaciones identificables para cualquier espectador. Con fina sensibilidad para contar una historia simple y reconocible, emocionando sin sensiblería, y haciendo reír con la dosis justa de desparpajo para que el relato no pierda coherencia, El hombre... fue una joya. Y, por suerte, en 2012 estrenará nuevos episodios.
También por Telefe, El elegido fue otra de las apuestas que intentaron priorizar la trama por sobre cualquier otra vicisitud, como el rating, que en su caso estuvo por debajo de las expectativas. El programa protagonizado por Pablo Echarri y Paola Krum supo jugar con los siete pecados capitales y una misteriosa orden en un registro dramático denso, que no necesitó de escenas grandilocuentes para atrapar. La novela escrita por Adriana Lorenzón, que incorporó las problemáticas del autismo y la relación de los pueblos originarios con la tierra, contó con el adicional de un elenco excepcional, en el que se lucieron Leticia Brédice como la atribulada y perversa Verónica San Martín y Lito Cruz como el querible e inescrupuloso Oscar Nevares Sosa. La pequeña Maite Lanata fue, sin dudas, la revelación actoral de la temporada: compuso a una niña autista con una expresividad en su rostro emocionante y angustiante.
En El Trece, apelando a fórmulas que le dan resultados desde hace años, Pol-Ka tuvo las dos ficciones diarias más vistas: Herederos de una venganza y Los únicos. Valiéndose de actores conocidos para la factoría y sin correrse demasiado de sus historias arquetípicas, ambos reforzaron la idea de que en materia de ficción de prime time El Trece supo consolidar un espacio que cuenta con un público cautivo, programe lo que programe. Por aciertos propios y errores ajenos. Con El puntero, el unitario escrito por Mario Segade, queda el sabor agridulce de la que es (culmina el miércoles) una interesante historia, muy bien actuada e impecable en lo estético, pero que pareció negativamente oportuna al ser un año electoral. Ciertas referencias en su primer episodio, volviendo potestad de un solo partido el uso “sucio” de la política barrial, opacaron la recepción de una ficción que, desde lo artístico, tuvo todo para convertirse en fenómeno. Rodrigo De la Serna revalidó como Lombardo el crédito de que es uno los grandes actores de su generación, potenciado por un Julio Chávez que mostró su enorme oficio.
La alegría por la noticia de que por primera vez después de muchos años una ficción diaria volvía a producirse íntegramente en Canal 7 duró hasta que el correr de Sr. y Sra. Camas corroboró que el proyecto no estaba a la altura de las expectativas. La ficción producida y protagonizada por Florencia Peña irrumpió con una propuesta novedosa, tanto desde la puesta como desde el registro de humor con el que intentó diferenciarse del resto de las propuestas. Su tendencia al absurdo y el grotesco, sin una historia que la contuviera, sumado a que las actuaciones carecieron de matices y estaban subidas de tono, volvieron a Sr. y Sra. Camas un programa de alumnos egresando de la secundaria. Si de fracasos –artísticos y de audiencia– se trata, hay que hacerle un lugar en ese grupo a Cuando me sonreís, el programa de Telefe que se quedó a mitad de camino entre la comedia blanca y la telenovela.
Diferente fue el caso de Contra las cuerdas, que intentó desde la TV pública contar una historia verosímil sobre la cotidianidad del conurbano, y que tras algunos tropiezos en sus primeros capítulos logró enderezar el rumbo y emitió su último capítulo a sala llena en el Gran Rex. Un sello impuesto por Claudio Villarruel y Bernarda Llorente, dueños de On TV, desde sus tiempos como directores artísticos de Telefe, que esta temporada además inauguraron 360 TV, un nuevo canal para la plataforma de la Televisión Digital Abierta (TDA). La otra ficción que se vio en el canal estatal fue Tiempo de pensar, protagonizada por Andrea Del Boca. El programa, que intenta hacer foco en alguna problemática social vinculada con la mujer, corre con el problema de anteponer su pretensión aleccionadora por sobre la fluidez del relato y la profundidad dramática.
Buena parte de que éste sea recordado como el año en que las ficciones coparon la pantalla se debe al estreno de ocho ficciones surgidas de los Concursos del Plan Operativo de Fomento y Promoción de Contenidos Audiovisuales Digitales, que contó con la coordinación del Incaa y del Ministerio de Planificación Federal de la Nación. Sin dudas, esta iniciativa estatal fue una de las grandes noticias del año, ya que sirvió para renovar la pantalla, brindar numerosas ofertas a una TV autorreferencial por demás, darle la posibilidad a que tengan programas del género a canales que no los tenían (América y Canal 9) y darles trabajo a profesionales de distintas áreas técnicas y artística de la industria televisiva. Lo negativo e incomprensible fue que los ocho programas se estrenaron al mismo tiempo, en un aluvión que hizo imposible su seguimiento y confundió a más de un televidente.
De los programas allí surgidos hubo de todo. Entre los más destacados sobresale Los Sónicos, de GP Media, que supo combinar creatividad artística, un sólido elenco, un guión divertido y una estética que refuerza la búsqueda de su trama. Esta historia de un supuesto grupo de rock fundacional del rock argentino, cuyos integrantes intentan revivirlo 43 años después, recrea como nunca antes la lógica interna de un grupo de rock de los ’60, y el delirio saludable de los “viejos copados” por volver a las andanzas. Las actuaciones de Hugo Arana, Norman Briski, Roberto Carnaghi y Mario Alarcón son el componente necesario para que Los Sónicos sea la grata sorpresa del año. Otro hubiera sido el programa sin ese cuarteto de actores –que en los últimos capítulo sumó a Federico Luppi– que hacen reír y emocionar con una naturalidad para aplaudir de pie.
Las ficciones seleccionadas por el Incaa le devolvieron a la TV la ficción social, con heterogéneo resultado. En este rubro, la dupla Villarruel–Llorente volvió a demostrar con Televisión por la inclusión su sensibilidad y capacidad para llevar adelante historias que entretienen e interpelan al ciudadano. Otro buen exponente en este rubro, aunque a veces con libros que carecieron de espesura, fue Maltratadas, de Torneos y Competencias. La que intentó recorrer el camino de la ficción social pero falló en su concepción fue Decisiones de vida, plasmando episodios cuyas tramas parecían escritas por autores propios de telenovelas de origen centroamericano. Daniel Santoro y Francis Estrada fueron detrás de los mitos que rodearon al peronismo en Proyecto aluvión y acertaron la puesta de un programa que con otro lenguaje y registro recreó las tensiones sociales de los gobiernos peronistas, desde una ficcionalización verosímil que las desarticuló sin clausurar su contenido mítico. Historias de la primera vez y Víndica no fallaron en su búsqueda de presentarse como ciclos que tuvieron una clara pretensión de entretenimiento, bien dirigidos y con tramas desarrolladas con criterio.
Párrafo aparte merece la suerte de El pacto, ficción que cuenta el plan empresarial, político y mediático que se orquestó alrededor de la venta y compra de las acciones de Papel Prensa de parte de Clarín y La Nación, y que inauguró la ficción “urgente” en la TV. La controversia generada alrededor del alejamiento de Mike Amigorena del proyecto, la denuncia de “presiones” de parte de los productores y la postergación de su estreno, fueron el caldo de cultivo para un programa que desde ese momento nunca más pudo verse como una propuesta ficcional. Con la complicación de tener que mechar en su trama una gran y compleja cantidad de información, El pacto no pudo, sin embargo, conformar un relato que armonizara el revisionismo histórico con una trama atractiva en términos dramáticos.
En un año electoral y en tiempos en los que el periodismo está jugando fuerte (ver aparte), 2011 se recordará como el año en que la ficción renovó una pantalla que en otros géneros repitió fórmulas, lenguajes y temáticas. Una temporada en la que la TV cambió resignación por voluntad y pluralizó la producción de ficciones, gracias al aporte de los canales privados y las iniciativas estatales. Que el 2012 los encuentre, al menos en materia ficcional, también transitando por el mismo camino de la creatividad. Vale la pena brindar por eso.
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