Sábado, 24 de diciembre de 2011 | Hoy
TELEVISION › OPINIóN
Por Emanuel Respighi
A esta altura no sorprende a nadie que Showmatch continúe siendo el programa más visto de la TV argentina. Sea por morbo o por placer, el mayor caudal de los televidentes elige el ciclo de Marcelo Tinelli para distenderse cada noche. Es imposible negar la prédica que el programa de El Trece tiene en toda la industria televisiva, que se mueve a su compás. Lo que tampoco se puede soslayar es la manera con la que Showmatch atrae a la audiencia, apelando a todo tipo de recursos para alcanzar un fin meramente comercial. La impecable producción escénica de Bailando por un sueño pierde lucidez ante los exabruptos que suceden en el programa y que su conductor avala. Después de años de escándalos y groserías, se vuelve indudable que Tinelli es, si no autor intelectual de ese circo de miserias humanas, al menos cómplice de lo que allí ocurre. Pese a que ante cada comienzo de temporada el conductor más exitoso de la TV argentina anuncia que no dejará que vuelvan a repetirse los escándalos, la historia se repite, corriendo los límites un poco más. Siempre. Este año, las cámaras del certamen mostraron (y repitieron) caídas que terminaron en el hospital (incluso el traslado y la tomografía computada de Rocío Guirao Díaz); peleas entre jurados y participantes que llegaron a los golpes; escándalos que terminaron por banalizar el plan sistemático de desaparición forzada de personas por parte de la dictadura cívico-militar; performances que cerraron con la bailarina haciendo un desnudo completo, y muchas otras faltas más –como el trato cosificador de la mujer o los distintos tipos de discriminación en el que suele caer el programa– que sería repetitivo recordar. ¿Cuánto vale ser el programa número uno de la TV argentina? ¿Cuál es el costo –ético, moral, humano– de ser el “rey de la TV”? ¿Hasta cuándo los televidentes convalidarán con su elección los mensajes sociales y simbólicos que Showmatch reproduce sin plantearse su responsabilidad? ¿Por qué, para qué, se cae cada vez más bajo? Nada, ni siquiera la búsqueda de rating en un medio en el que esta variable pareciera ser lo único que importa, disculpa lo que en Showmatch acontece desde hace años. El fin no justifica (a) los medios. El rating tampoco.
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