Domingo, 18 de marzo de 2012 | Hoy
TELEVISION › COMO ES LA SERIE QUE LA CADENA FOX ESTRENA MUNDIALMENTE MAÑANA A LAS 22
Esta vez, el componente heroico no pasa por la hiperacción que campeaba en 24: el personaje de Kiefer Sutherland debe ayudar a otros, pero sobre todo encontrar un vínculo con su propio hijo.
En la vasta mitología china existe una leyenda anónima sobre el destino, conocida como “Hilo Rojo”. El relato sugiere que, al momento de nacer, los dioses ataron en sus tobillos a todas las personas entre sí con un hilo invisible de color rojo, el cual conecta y relaciona a quienes están destinados a vincularse afectivamente. El hilo puede estirarse, enredarse y hasta aflojarse, según las circunstancias, pero en ningún caso se puede romper. Según este mito, todo lo que ocurre en el planeta no tiene una relación caótica o casual, sino más bien persigue sutiles reglas de conducta causales. Esta antigua leyenda es la que sirve de inspiración para la trama de Touch, la serie dramática que Fox estrena mundialmente mañana a las 22, y que vuelve a traer a la pantalla chica a Kiefer Sutherland tras dos años de ausencia, luego de su excepcional –y arduo– trabajo como Jack Bauer en 24 (ver aparte). La ficción, de trece capítulos, cuenta con el adicional de ser una creación de Tim Kring, el mismo hombre que estuvo detrás de Héroes, lo que conforma un combo atractivo delante y detrás de cámaras.
El regreso a la TV de Sutherland es una noticia de atracción en sí misma. Sobre todo para los fanáticos de 24, esa adrenalínica serie a pura acción que durante ocho temporadas dejó a los televidentes extasiados, angustiados y con la lengua afuera. Dos años después, el actor vuelve al ruedo con una serie y un personaje que pueden considerarse que están en el extremo opuesto de su último trabajo. En Touch el ritmo se desacelera, deja la frenética continuidad de 24, para tomar un tamiz más introspectivo, a tono con la temática que aborda. Aquí el peso está puesto en un padre que no sabe cómo conectarse con su único hijo, supuestamente autista. Hay algo de acción, es verdad, pero Sutherland abandona la actuación física para un personaje que debe transmitir su sufrimiento desde lo emocional. Una historia de emoción, con dosis de acción.
El eje de Touch es Martin Bohm (Sutherland), viudo y padre angustiado ante la incapacidad de conectarse emocional y verbalmente con su hijo de 11 años, Jake (David Mazouz). Martin ha intentado todo para establecer un vínculo, pero Jake parece completamente ajeno al mundo para refugiarse en sus cuadernos y números. Jake nunca habla, demuestra un mínimo de emociones y nunca permite que lo toquen, ni siquiera su padre. Como la asistente social Clea Hopkins (Gugu Mbatha-Raw) cree que Martin está superado por la situación de su hijo, que fue a cinco escuelas en siete años, Jake es enviado a una institución especializada para ser cuidado y monitoreado por profesionales. Martin, que desde la muerte de su mujer en el atentado a las Torres Gemelas abandonó su carrera de periodista para deambular por diferentes trabajos, no se perdona haberse alejado de su hijo.
Pero la esperanza de poder relacionarse aparece –la llave de solución de los problemas de la vida real siempre es más sencilla de encontrar en la ficción– cuando Martin conoce a Arthur Teller (Danny Glover), un profesor y experto en niños con habilidades especiales vinculadas con los números. Gracias a sus consejos, Martin descubre que Jake posee un don extraordinario por medio del cual puede percibir e identificar patrones ocultos que interconectan la vida de las personas. Así llega la revelación que anhelaba: su hijo intenta comunicarse, pero a través de números. Mientras intenta descifrar los mensajes, Martin ayudará a individuos en diferentes partes del mundo a conectarse mientras sus vidas se relacionan de acuerdo con los patrones previstos por su hijo. En este punto es cuando el sencillo personaje de Sutherland toma cierto vuelo heroico, aunque diferente de Jack Bauer: los esfuerzos por conectarse con su hijo, en algún punto, definirán el destino de la humanidad.
“Los patrones están ocultos a la vista de todos. Sólo hay que saber mirar. Lo que todos ven como un caos en realidad sigue sutiles reglas de conducta. Las galaxias, las plantas, las conchas marinas... Los patrones no mienten. Pero sólo algunos entendemos cómo encajan las piezas”, explica Jack al comienzo de la serie que hace que aquello que a los ojos de cualquier mortal puedan parecer simples coincidencias se transforme en engranajes de un mismo sistema, que funciona aceitadamente a través de causas y efectos, en el que todo y todos reaccionan ante todo. La conspiración en Touch también vuelve a aflorar, aunque pensada en términos más originarios, profundos y estructurales de la vida interplanetaria.
Sin la carga heroica de Bauer, Sutherland viene a demostrar su capacidad actoral, componiendo a un personaje de carne y hueso. La fragilidad de Martin conmueve al espectador, produciendo una sensible empatía que complementa a su inolvidable agente. En Touch, su motor deja la magnificencia de tener que salvar a la humanidad para un tono más cotidiano y genuino, más cercano a los televidentes: su verdadera misión parece ser demostrarle a su hijo que lo escucha y lo comprende. Por eso, sólo por eso, es que Martin hace lo posible para que sus premoniciones numéricas lleguen a buen puerto. No lo mueve otra búsqueda ni fin más que recomponer la relación padre-hijo. O comenzar a encauzarla.
Entre el suspenso que propone esa teoría de la interconectividad humana y el drama filial, Touch se destaca más por la manera en que se desarrolla el vínculo entre padre e hijo, por las dificultades que enfrenta, que por la resolución del mito que en cada episodio se pone en marcha. Es que las tramas basadas en niños autistas hipersensoriales que pueden ver más allá y antes que el resto de los mortales, anticipando sucesos, no deja de resultar un cliché transitado por la industria audiovisual (desde la película Al rojo vivo a fines de los ’90 hasta la más reciente y local El elegido). Además de ser una solución fácil y siempre a mano para los guionistas.
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