¿Se puede, a partir de historias ya vistas y de algunos lugares comunes, construir una buena ficción televisiva? Definitivamente sí. En sus dos primeras temporadas, Homeland demostró que el combo compuesto por terroristas de Medio Oriente, agentes de la CIA, amenazas a la seguridad nacional y rubias bonitas aún tenía intrigas para destilar. Pero lejos de intentar repetir la fórmula de series como 24 o The X Files, Homeland sumó algunos elementos fundamentales y distintivos que la convirtieron en adictiva: la agente secreta Carrie Mathison (una brillante Claire Danes) sufre de trastorno bipolar, no toma su medicación y parece ser la única en conocer la verdad; el ex marine / héroe / político / terrorista Nicholas Brody (Damian Lewis) que todavía no termina de mostrar su juego; y un coro de personajes secundarios que generan amor-odio según la situación. La actriz de origen brasileño Morena Baccarin parece uno de estos últimos. Interpreta a la sufrida esposa de quien es sospechado de ser un infiltrado y responsable de la voladura del cuartel central de la CIA. “Jessica Brody no la va a tener fácil en esta temporada”, adelanta, para luego confirmar que la serie tendrá un giro más dramático a partir de mañana a las 22, cuando FX estrene su tercera temporada. “Los personajes van a tener que lidiar con lo que pasó en el final de la segunda, hay más cosas emocionales y dramáticas, pero aún sigue siendo una serie intensa”, afirma.

Para aquellos que estén perdidos o no tan familiarizados con la trama, Mathison es una agente de la Unidad Antiterrorismo Internacional que no cree en la historia oficial del sargento Brody, quien dice haber estado en cautiverio durante ocho años en manos de Abu Nazir, responsable máximo de Al Qaida. Ella piensa que Brody fue “convertido” y que ahora, desde su nueva popularidad de héroe nacional y futuro candidato a congresista, planea un atentado desde adentro. Pero los problemas mentales de la agente no sólo hacen que se involucre sentimentalmente con el principal sospechoso, sino que también generan dudas en ella misma, quien no sabe si creer o no en lo que piensa. “Si tomo la medicación mi mente se nubla”, se justifica, rodeada de las culpas propias y ajenas que buscarán responsabilizarla por todo lo que pasó.

Varios son los temas que plantea Homeland. Uno es el de un país bajo amenaza que se pone en el papel de garante de la seguridad mundial, pero muestra a sus servicios de Inteligencia como débiles e ineficaces y no duda en buscar chivos expiatorios para mantener su estructura. Otro es la traición: “No se puede confiar ni considerar amigo a nadie”, dice Mandy Patinkin (Saul Berenson), quien hasta ahora parecía el único confiable. Y el nuevo tópico podría estar en cómo dos personajes que semejaban estar en veredas opuestas pueden empatizar: “Carrie se involucra con la familia de Brody”, explica Baccarin.

Si las dos primeras temporadas estuvieron centradas en la doble vida de Brody y Mathison, la tercera parece haber empezado con un tono más dramático, oscuro y psicológico, con menos dosis de espionaje y acción. De hecho, Lewis no participa de ninguna escena en los dos primeros episodios. “Jessica tratará de mantener a su familia unida, poniéndola ante todo”, cuenta Baccarin, sin miedo al spoiler. ¿Cambiará Homeland? Sí, pero no. Si bien la serie fue criticada por reducir la cultura islámica al terrorismo, ganó varios premios Emmy (como mejor serie dramática, y actriz y actor protagónico para Danes y Lewis), y las audiencias se mantuvieron altas, tanto en TV como en Internet (está entre las diez series más descargadas y la cadena Showtime sube a YouTube cada episodio al día siguiente de su emisión por televisión). Con estos antecedentes sólo queda esperar que Homeland mantenga el nivel y no se desmorone poco a poco como sí sucedió con otras series, igualmente ganadoras y populares. La responsabilidad –pobre de ella– es de Carrie Mathison.