Martes, 26 de julio de 2016 | Hoy
TELEVISION › LA PRESENTACIóN DE BUDDY VALASTRO EN COSTA SALGUERO
Desde su programa Cake Boss, en Discovery Home & Health, el repostero que saltó a la fama desde su local en Nueva York pudo certificar que el fanatismo no sabe de fronteras. “Como los argentinos, valoro la comida como encuentro familiar y de amigos”, dijo.
Por Emanuel Respighi
Ni bien pisa el escenario especialmente decorado en uno de los pabellones de Costa Salguero, los gritos de las más de 3700 personas ensordecen al pastelero más famoso del mundo. Las muestras de devoción son múltiples. Le gritan que lo aman quienes apenas ven en Cake boss, el programa de Discovery Home & Health que se transformó en un fenómeno mundial, la posibilidad de satisfacer a través de la tele su espíritu goloso, con esas super tortas que derrochan calorías y glucosa a más no poder. Pero también hay de esas otras groupies, que de la mano de sus nietas, lejos están de ruborizarse cuando le piden que le haga “un hijo tan dulce como las tortas que hacés” (sic). Buddy Valastro no es un sex symbol. Tampoco forma parte de esa camada de chefs televisivos de lengua filosa y crueldad desatada. Sin embargo, este gordito de sonrisa grande despierta un extraño fanatismo envidiable para cualquier rock star, merced a una ajustada combinación de hombre bonachón y familiero. “Cuando subo al escenario y siento la emoción y el cariño del público, necesito que alguien me pellizque para ver si lo que me pasa es real, porque yo sigo siendo el mismo en casa o en el show”, confesará sobre el escenario. Y los gritos de sus fans volverán a acallarlo.
En medio de tanto maltrato gastronómico televisado y de platos a los que se necesita hacerle zoom para descubrir su contenido, el pastelero de ascendencia italiana se destaca por su bondad. Una virtud que se expresa en su personalidad, pero también en su generosidad a la hora de cocinar las tortas más increíbles desde “Carlo’s Bake Shop”, la pastelería de Nueva York que heredó de su padre y que es prohibitiva para personas con diabetes. Buddy es capaz de replicar en generosas dosis de bizcochuelo, crema y mazapán cualquier cosa de la vida real, desde un tanque de guerra hasta un cocodrilo de más de tres metros que cierra y abre la boca. O hasta un mate gigantesco como el que descubrió el domingo durante la presentación, haciendo un poco de ese “populismo” que tanto celebran los fanáticos de cualquier cosa. Y los del protagonista de Cake boss (martes a las 23, por Discovery H&H) no son la excepción. En efecto, las entradas gratuitas volaron en menos de dos horas desde que se habilitaron on line (en internet llegaron a cotizar 3700 pesos en el mercado ilegal).
A pura vincha, carteles, banderas y chaquetas de cocina, una multitud se acercó el domingo para tener de cerca a ese tipo que bien podría ser cualquiera de todos esos fanáticos que se desbordan cuando el pastelero rompe con el protocolo y baja del escenario para saludar y firmar autógrafos. La horda de señoras y niños que se agolparon contra las vallas, poniendo en riesgo su físico y el de los demás, dan por finalizada una tarde en la que un simple pastelero entretuvo a miles de personas sin demasiada producción. Apenas la presencia del todo terreno Iván de Pineda, que lo entrevistó a partir de las preguntas que les acercaron algunos televidentes. Muchos de los cuales se quedaron afuera y, sin embargo, resisten al frío que estumece los huesos cuando la tarde se hace noche a orillas del río, en busqueda de un autógrafo o de una selfie inspiradora.
Entre los pedidos de “amor” y de “torta” en iguales dosis, Buddy pasó por Buenos Aires con ese halo de “pastelero espiritual” que lo llevó a ser una celebridad en todo el mundo. “Soy exitoso –analizó– porque trabajo de lo que siempre soñé. Cuando tenía 15 años ya sabía que quería ser pastelero. Mi papá era mi ídolo y quería ser como él. Pero él nunca me obligó a ser pastelero, no me decía que tenía que ser eso. Siempre me estimuló seguir mis sueños. Iba al local sólo para apender la ética del trabajo. Por eso hay que soñar siempre en grande. Si aman lo que hacen, van a tener éxito. Para hacer realidad los sueños hay que trabajar mucho, creer en uno y amar lo que se hace”.
Si bien es muy complejo explicar los fenómenos pópulares, lo que parece indudable en Buddy es que muchos cocineros amateurs ven en su figura la posibilidad aspiracional de algún día transformarse en un pastelero con tienda propia. Aún cuando el docureality sobre su bake show dista mucho de mostrar el arduo y mal pago trabajo cotidiano de cualquier pastelero argentino, muchos perciben en Buddy a un tipo sencillo y amante de los dulces, que logró no sólo vivir (muy bien) de la pastelería sino tambien lograr algo no menor para los objetivos del siglo XXI: ser famoso. ¡Y decorando tortas! Es que tanto en Cake boss como en Vacaciones con Buddy (un reality en el que viaja por todo Estados Unidos comiendo en distintos restaurantes junto a su familia) Buddy transmite ser un tipo normal que se preocupa por sus seres queridos. El mismo tipo que, parado sobre el escenario ante la multitud, mira a su alrededor asombrado por lo que ha generando haciendo tortas. “Esta conexión que tengo con los argentinos tiene que ver con que ambas partes valoramos la comida como encuentro familiar y de amigos. La comida une a las personas más allá de todo”, dirá, provocando un nuevo estallido de un público enloquecido por el pastelero que toda señora quisiera tener en su hogar.
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