Sábado, 30 de septiembre de 2006 | Hoy
TELEVISION › ENTREVISTA A CLAUDIA LAPACO
La actriz alude risueñamente al demorado estreno en Telefé de Al límite, para el cual realizó nada menos que trece personajes. “Hoy la gente joven sabe crear el clima propicio para que los programas salgan bien”, señala.
Por Emanuel Respighi
Claudia Lapacó dice sentirse en un estado en el que nunca antes estuvo. No es de alegría, tampoco de tristeza. Es que, en realidad, no se trata de un estado emocional. Más bien se encuentra atravesando una condición puramente televisiva. “Es un estado raro: estoy enlatada”, dispara, categorizando el status en el que se encuentra desde hace casi tres meses, cuando finalizó las grabaciones del último capítulo de Al límite, el ciclo unitario que finalmente saldrá a la luz mañana, por Telefé (a las 22.30 o, con mayor exactitud, “al término de” El último pasajero). “La gente en la calle me vive preguntando por qué no estoy en la tele, por qué no vuelvo a hacer tele. Y la realidad es que este año hice televisión, sólo que por esos raros y novedosos juegos de programación todavía no salí al aire”, explica. Por suerte para ella, Juan Gil Navarro y Nicolás Cabré –los otros dos protagonistas de Al límite–, Telefé finalmente se decidió a abrir mañana la “lata”. “Recién en ese momento volveré a mi estado natural y dejaré de sentirme una sardina”, dispara, entre risas.
Producido por Endemol (Historias de sexo de gente común y Doble vida), Al límite es la nueva creación de Mario Segade y Gustavo Belatti (Resistiré, El deseo), más Alejandro Ocón, quien también escribió un episodio. Historias de suspenso en las que los protagonistas están expuestos a situaciones límites, cada capítulo comienza y termina en el mismo día. Aunque Gil Navarro, Lapacó y Cabré conforman el elenco estable del ciclo, interpretando personajes diferentes en cada episodio, Al límite se vale de la participación especial y rotativa de un nutrido grupo de actores de variado registro (ver aparte). El capítulo estreno, titulado “Voyeur”, cuenta la historia de una mujer adinerada y egoísta, con mucha autoridad, a la que un grupo de ladrones torturan en su afán de que “cante” dónde tiene el dinero escondido.
“Así como el año pasado en Doble vida hice el mejor rol que me tocó en mi carrera, interpretando a esa encargada de seguridad muy extraña a mí, en Al límite pude disfrutar a pleno el encanto de mi profesión, ya que tuve la suerte de hacer trece personajes diferentes en un mismo ciclo”, le explica a Página/12 la actriz de vasta trayectoria, que en los últimos años alcanzó el reconocimiento popular con la creación de personajes que deambularon entre lo border y lo tragicómico. “Me están dando oportunidades que no tuve antes”, cuenta. “Lo de Al límite es único. Poder hacer trece personajes distintos es extraordinario. Me gusta la versatilidad. Lo que más me divierte es que cada nuevo trabajo no se parezca en nada a los anteriores. Hacer trece personajes es maravilloso.”
–Puede resultar divertido, pero a la vez requiere de cierta practicidad compositiva que complejiza la tarea actoral.
–Te ocupa mucho la cabeza. Fue cansador, es verdad, pero maravilloso. Uno quiere que sean personajes diferentes. No sólo desde la personalidad, sino también desde lo físico. Y por suerte he logrado personajes diferentes, lo cual no es fácil de conseguir en la TV. Tuve la suerte de que el director, Diego Palacio, me dio libertad para crear. Lo bueno de trabajar con gente joven es que saben crear el clima propicio para que los programas salgan bien. No hay actitudes obsesivas ni caprichosas, como las había antes. Tiene las cosas muy claras. Los jóvenes ahora proponen continuamente. En mi época, nadie menor de treinta años tenía derecho a proponer algo.
–Autores como Alberto Migré o Abel Santa Cruz eran guionistas de personalidad fuerte. ¿Hoy se trabaja en TV con mayor libertad y horizontalidad?
–Yo hice El amor tiene cara de mujer, con Nené Cascallar, y no podía cambiar una palabra de lo que estaba escrito. Ahora hay más lugar para la improvisación y la espontaneidad sobre la base de los guiones, lo que borra la distancia entre la obra y el acto de ver. Hay libertad para charlar las escenas con los autores, los productores y los directores. En Al límite, por ejemplo, leíamos los guiones todos juntos para hacer comentarios y proponer cambios. La polifonía de voces actual enriquece las obras y los programas.
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