Martes, 31 de julio de 2007 | Hoy
TELEVISION › RODRIGO MORENO Y “LA SEÑAL DE KELL”
Junto con Vivi Tellas, el director de El custodio realizó el film que se verá hoy en Canal 7, donde aprovecha las instalaciones de la emisora para cruzar una historia ficcional con la primera transmisión realizada en 1951.
Por Oscar Ranzani
El director de cine Rodrigo Moreno trabajó por primera vez en televisión gracias a la convocatoria de una autora de teatro. El resultado se verá esta noche a las 22 por Canal 7: Moreno y Vivi Tellas codirigieron La señal de Kell, una historia ficcional con toques realistas que forma parte del ciclo 200 años de la emisora estatal, a través del cual se presentan periódicamente telefilms realizados por cineastas y dramaturgos. La trama se desarrolla en el propio Canal 7, del que podría decirse que también es una especie de protagonista. Todo sucede mientras se está preparando el ensayo de una obra de teatro que se presentará en la televisión, y alrededor de ese acontecimiento puede conocerse parte del mundo interno del canal, sin llegar a ser un documental sino más bien una ficcionalización de lo cotidiano. Paralelamente, dos ingenieros que participaron de la primera transmisión televisiva (el discurso de Perón y Evita del 17 de octubre de 1951 en la Plaza de Mayo), rastrean en los orígenes de Canal 7 y en ese acontecimiento histórico un secreto catódico. El elenco está formado por Rosario Bléfari, Nahuel Pérez Biscayart, Guillermo Franco, Héctor Gighieri, Oscar Felipe Chaico, Cristina Banegas, Adriana Aizenberg y Vivi Tellas.
Moreno comenta que, una vez reunidos con los creadores del ciclo y los productores, decidieron con Tellas que lo interesante “era el Canal 7 como espacio”. A partir de eso, empezaron a delinear ideas. “Fui a ver lo que ella hace en teatro, que yo no había visto y que es esta cosa de teatro documental. Ella trabaja con personas de la vida real puestos frente a un público, haciendo lo que hacen en sus trabajos.” A Moreno le resultó sumamente interesante explorar por ese lado y le propuso a Vivi Tellas trabajar con personal del canal. “No queríamos hacer un documental sobre el canal, pero sí tratar de encontrar ese tono que, a veces, tiene la ficción, ese límite medio impreciso de gente haciendo de sí misma en su propio espacio de trabajo, con algunas cosas inventadas”, comenta el director de El custodio.
–¿La idea fue también reflejar el mundo interno de la televisión, lo que los espectadores no ven?
–Sí, digamos entrar un poco en la máquina de hacer televisión o la fábrica de hacer televisión que es el canal. Con la particularidad de que el Canal 7 tiene muchas particularidades en relación con otros canales, que yo no conozco, pero que me imagino. Es el canal estatal, ese edificio que, además, tiene un vínculo oscuro en sus comienzos y es como una especie de lugar donde confluye una cantidad muy heterogénea de oficios: desde un carpintero hasta una maquilladora. A la vez, es también una oficina pública.
–¿Qué aspectos de la televisión decidieron no tener en cuenta para el relato?
–El presente de la televisión. Hay algo que atraviesa un poco el telefilm y que le da título a la película que se llama La señal: es que hay unos viejos que son unos técnicos que participaron de la primera transmisión. La primera transmisión de televisión en la Argentina fue el 17 de octubre de 1951, con un acto de Perón y Eva Perón en Plaza de Mayo. Por supuesto que no hay registro de eso porque no había forma de grabar, pero sí hay dos sobrevivientes de aquella transmisión. Nos pareció interesante el tema de los inicios de la televisión, la televisión como un invento y parte del imaginario de la antigua ciencia ficción. La televisión tiene algo de la ciencia ficción antigua que la imaginó. Después, el hombre la ejecutó. Entonces no tuvimos en cuenta el presente, lo que es la tele hoy. Fue más que nada anclarnos en ese imaginario ficticio, casi como retrofuturista de lo que era la tele.
–¿Cómo buscaron entrelazar la historia del ensayo con la de “la señal”?
–En realidad, hay como tres o cuatro niveles de lectura, un lugar donde fuimos tirando reflexiones sobre la tele. Hay una línea narrativa: lo que transcurre en el canal es que se está preparando una obra de teatro para presentar en televisión, que es La gaviota de Chejov. Entonces, eso sirve también un poco como hilo para contar algunos espacios propios del canal: maquillaje, peluquería, los lugares mismos del ensayo y el problema de ensayar una obra de teatro para televisión. Eso está totalmente develado, desnudo. Trabaja de un modo un poco independiente de esos viejos que están buscando esa señal que se perdió, aunque al final todo confluye.
–¿Cómo fue trabajar con personas que tienen el mismo rol en la vida real?
–En parte es una ventaja. Yo siempre trabajo con no actores y actores, mezclo. De hecho, en El custodio está lleno de no actores y en los trabajos anteriores, también. Creo que acá había una ventaja: estaban en su lugar de trabajo haciendo lo que ellos hacen. Entonces tenían cierta libertad, habían perdido un poco el miedo. Al principio tuvimos una resistencia de tipo sindical, “problemas de convenio” o “si es técnico no puede trabajar como extra calificado”. En fin, problemas sindicales... Canal 7, como supongo todo el Estado, está “intervenido” por el sindicato. Eso también está, de algún modo, en la película: esa mezcla de trabajo a reglamento y pasión por lo que hacen, una mezcla muy extraña. Y esa resistencia creo que fue franqueada gracias a que se dieron cuenta de que nosotros teníamos curiosidad, no teníamos un preconcepto sobre el cual íbamos a establecer un juicio sobre eso. Eso estuvo bueno y permitió que al final termináramos todos como amigos.
–¿Qué diferencias encontró en hacer este trabajo de realización para TV respecto de su rol como director de cine?
–Muchísimas. Hay un punto del trabajo en que estás igual de concentrado y trabajás con el mismo rigor. Pero acá teníamos una serie de condiciones. Cuando trabajo en cine, no tengo ninguna condición. Acá primero tenía que codirigir con una directora de teatro que no conocía. Eso, además, fue una experiencia buenísima. El lenguaje en común que encontramos con Vivi fue bárbaro. Pero, por ejemplo, yo no podía llevar técnicos de cine. El equipo de sonidistas y camarógrafos era del canal. Y eso al principio fue difícil. Además, Canal 7 no produce ficción hace años. Había muchos que nunca habían hecho ficción o hacía mucho tiempo que no hacían ficción. Entonces traté de trabajar del modo más cinematográfico posible.
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