Sábado, 24 de mayo de 2008 | Hoy
VIDEO › EL CLAN SINATRA, UN TELEFILM PRODUCIDO POR LA CADENA HBO
Con Ray Liotta como Sinatra, Joe Mantenga como Dean Martin y Don Cheadle en el papel de Sammy Davis Jr., el film muestra las obsesiones del grupo por ganarse la confianza de Kennedy y utilizarla en su favor. Una historia atrapante, no del todo aprovechada.
Por Horacio Bernades
Los llamaban The Rat Pack, algo así como “La jauría de ratas”, aunque ellos, razonablemente, preferían apodarse El Clan o La Cumbre. En verdad, el Rat Pack original fue uno encabezado por Humphrey Bogart allá por los años ’40, del que Frank Sinatra formaba parte. Pero el nombre quedaría adosado para siempre a un grupo posterior, que hacia fines de los ’50 heredó el apelativo. Lo presidía, claro está, il Compare Sinatra, y completaban el pack Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y Joey Bishop, tanto o más famosos por sus juergas y trasnochadas que por su condición de actores, cantantes o comediantes. Dando un paso más allá de las festicholas, una serie de libros aparecidos en la última década echó luz sobre los contactos del grupo con el clan Kennedy y con la mafia. Otro tanto hace un telefilm producido en su momento por la cadena HBO y emitido hace ya diez años, cuyo título original es justamente The Rat Pack. En sincro con el vigésimo aniversario de la muerte de su líder –cumplido la semana pasada–, AVH acaba de editarlo en DVD con el título de El clan Sinatra, que es como siempre se conoció en la Argentina a estos auténticos buenos muchachos.
Con Ray Liotta como Sinatra, Joe Mantenga como Dean Martin y Don Cheadle en el papel de Sammy Davis, El clan Sinatra muestra al padrino del grupo como un verdadero conspirador, obsesionado casi hasta lo infantil con ganarse la confianza presidencial y utilizarla en su favor. La confianza de John Fitzgerald Kennedy, claro, a quien apoyó decidida y públicamente desde las internas, que JFK terminaría ganando en 1960. ¿Cómo llegó Frankie a conocer a Johnny? A través de Peter Lawford (encarnado aquí por el escocés Angus McFayden), mediocre actor inglés, pero espléndida escalera al poder, que más o menos para esa época contrajo enlace con Patricia Kennedy, hermana de John. Si Lawford le presentó a Marilyn al presi, Sinatra complace el famoso priapismo (equivalente masculino de la fiebre uterina) del primer mandatario sirviéndole en bandeja a Judy Campbell, actriz también británica y mamá, a la sazón, de Jane Birkin. Sucede que para la misma época la señora Campbell solía visitar otro lecho: el de Sam “Momo” Giancana, el capomafia más allegado a Sinatra. ¿Y quién tenía por entonces a Giancana entre ceja y ceja? Robert “Bobby” Kennedy, procurador general de la nación. A su vez, J. Edgar Hoover, director del FBI y facho viejo, se salía de la vaina por agarrar de las mechas al liberalote de JFK. Judy Campbell era esas mechas.
La historia es fascinante por donde se la mire. Súmese que el protagonista no canta mal, que él y sus amigos saben divertirse, que las bromas que suelen hacerse (en escena o fuera de ella) son verdaderamente graciosas. Agréguese que uno de ellos –que es negro, judío, feo, tuerto y petiso– acaba de anunciar su casamiento con una diosa blanca como de dos metros (la actriz sueca May Britt), en la América pre-derechos civiles. Y se obtendrá un material que chorrea jugo por los cuatro costados. El clan Sinatra no llega a exprimirlo del todo, por varias razones. La primera es que, más que un telefilm de dos horas, la cosa daba para una miniserie de seis. Por lo cual el apuro, la compresión y el paneo rápido se hacen sentir. Más aun teniendo en cuenta que el director (Rob Cohen, en cuya foja se amuchan cosas como Daylight y Rápido y furioso) no se caracteriza por la incisión de su mirada.
Pero si hay un problema de fondo en El clan Sinatra es que ni Ray Liotta como Sinatra ni William Petersen como Kennedy tienen no ya el más remoto parecido físico con sus modelos, sino algo más básico, de carácter casi hormonal. Llámesele carisma, grandeza o voluntad de poder, sin esa hormona uno y otro caen desde las cumbres del Mito hasta un llano en el que lo único que se divisa es, simplemente, a dos actores mediocres, transpirando para dar un pinet que jamás podrán alcanzar. No sucede lo mismo, por suerte, con Mantenga, Cheadle y McFayden, que logran “ser” Martin, Davis & Lawford.
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