Viernes, 20 de octubre de 2006 | Hoy
VIDEO
EL PARAISO AHORA,
de Hany Abu-Assad.
Con K. Nashif, A. Suliman y Lubna Azabal.
2005, 90 min.
Transeuropa.
A partir del momento en que son contactados para cometer un atentado suicida en Tel Aviv, las últimas horas de dos muchachos palestinos (que no son militantes) se convierte en una bomba con cuenta regresiva. Y también la película, que pasa de una contemplatividad cercana a la de los films del palestino Elia Suleiman (no carente, por cierto, del sentido del humor absurdo que caracteriza a sus films) a la cada vez más transpirada y angustiante proximidad del estallido. Entre uno y otro extremo, El paraíso ahora sugiere que en Medio Oriente cualquiera puede convertirse en bomba humana. A la vez hace lugar a las dudas y cavilaciones de los voluntarios, el miedo a la muerte y el debate político sobre la violencia armada.
EN BUSCA DE UN SUEÑO,
de J. Gatins. Con Dakota Fanning, Kurt Russell y K. Kristofferson.
2005, 106 min.
Gativideo.
A veces el cine es capaz de una alquimia asombrosa, consistente en producir oro a partir del barro. Es lo que ocurre con esta pequeña y bella sorpresa en medio de una triste temporada cinematográfica. Con componentes de la más absoluta bastardía (una yegua desahuciada, un empresario monstruoso, una niña con fe en el triunfo, dos padres traumatizados a falta de uno) el director y guionista John Gatins obtiene una película genuina, verdadera y emocionante. ¿Cómo lo logró? Creyendo en lo que narra, haciendo caso omiso de todo cliché y eligiendo un cast insuperable, en el que la devastadora Dakota Fanning se alía con esos hermosos dinosaurios llamados Kurt Russell y Kris Kristofferson.
EL LATIDO DE MI CORAZON,
de Jacques Audiard. Con Romain Duris, Neils Arestrup y Linh Dan Phan.
2005, 107 min.
Transeuropa.
Basada en Fingers, oscura película de los años ‘70, la premisa de El latido de mi corazón es de un esquematismo disparatado. Un joven (Harvey Keitel en la original; Romain Duris, aquí) heredó de su padre el espíritu mafioso. Y de su madre fallecida, concertista de piano, la sensibilidad artística. Por lo cual el muchacho pasa de apretar inquilinos que no pagan, a ejecutar sublimes piezas pianísticas, sin solución de continuidad. Como suele suceder, no es el qué sino el cómo lo que convierte a El latido de mi corazón en una gran película, en la que las discontinuidades de montaje, la inconclusión de escenas y diálogos y las eclosiones de violencia no hacen más que transparentar el estado de ánimo del protagonista.
EL FARSANTE,
de Barry Blaustein.
Con Johnny Knoxville, Brian Cox y Luis Avalos.
2005, 95 min.
Gativideo.
Prepotentes, guarangos y peleadores, en las películas de los hermanos Farrelly (Loco por Mary o Irene, yo y mi otro yo) los discapacitados la pelean de igual a igual. Con una ventaja sobre la gente “normal”: son infinitamente más vitales y divertidos. Los Farrelly no dirigen ni escriben El farsante, pero sí la producen, y su sello es inconfundible aquí. Obligado por su tío cuasi mafioso (un brutísimo Brian Cox), el desaforado de Johnny Knoxville simula ser débil mental, para poder competir en las Olimpíadas Especiales y ganarlas. Terminará pasándola bomba, junto a un grupo de distintos a los que la Academia debería darles el Oscar al Elenco. Jamás lo harán, porque los únicos discapacitados a los que premian son los actores.
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