Sábado, 2 de febrero de 2008 | Hoy
VIDEO › DESDE MAÑANA, PAGINA/12 PRESENTA A SUS LECTORES UNA COLECCION IMPERDIBLE DEL ACTOR INGLES
Carlitos se enamora, Carlitos en el parque, Carlitos vagabundo y Carlitos principiante, títulos que componen el primer DVD de una serie de cuatro, demuestran la vigencia de Charlot.
Charles Chaplin podría llamarse, con toda justeza, el primer gran comediante del cine. Actor, director, guionista, productor y más, varias de sus películas son hitos del séptimo arte gracias a escenas construidas con profunda sensibilidad y sin perder el sentido del humor. Pero además de sus obras cumbres, como El gran dictador o El pibe, Chaplin tiene una extensísima filmografía de largos y cortometrajes. Cortos como los que Página/12 presentará a sus lectores mañana, día de publicación del primer DVD de la colección El Gran Cómico, que pondrá al artista de bigotito, bombín y bastón en primerísimo plano.
Cada primer domingo de febrero, marzo, abril y mayo, se pondrán a la venta sendos DVD con una cuidada selección de cintas remasterizadas del maestro del cine mudo. Las incluidas en la primera entrega son de 1915 y 1916, cuando Chaplin tenía poco más de 25 años y ya era una personalidad del cine, pero todavía le quedaban varias décadas de fructífera carrera.
Carlitos se enamora, Carlitos en el parque, Carlitos vagabundo y Carlitos principiante son las cuatro cintas incluidas en el DVD que llega a los kioscos. En total, 110 minutos de buen cine que ha resistido de manera soberbia el paso del tiempo. Se nota porque aun cuando es evidente que las cintas datan de los albores del lenguaje cinematográfico, los gags humorísticos (imitados hasta el hartazgo por tantos que han aprendido mucho de Chaplin) siguen siendo efectivos, siguen haciendo reír como siguen causando gracia Los Tres Chiflados, quienes –estos cuatro cortos lo demuestran– fueron profundamente influidos por el humor de clown y mimo de Chaplin.
En dos de estos títulos (Carlitos se enamora y Carlitos vagabundo) también se descubre algo que es una extravagancia en la ficción de hoy día: la mirada directa a cámara en gesto cómplice con el espectador. Esta ruptura de la “cuarta pared” sucede varias veces en el primer corto, y sólo una en el tercero, pero nunca la realiza Chaplin. Es que el artista británico cuidaba de mantenerse en el lugar del héroe protagonista con el que el público pudiera identificarse, algo que la mirada “a los ojos del espectador” dificulta.
En estas cuatro historias Chaplin toca varios de sus temas habituales, aprovechando para ello la gracia del vagabundo (The Tramp, en inglés), su personaje más famoso. La pobreza, las diferencias de clase, la búsqueda de oportunidades y el rebusque, los ponchazos con la autoridad y la figura de una señorita en problemas aparecen de un modo u otro, con recurrencia en su obra. Esta no es la excepción. Aún más, con frecuencia los temas se encadenan. En Carlitos se enamora y en Carlitos vagabundo, el amor es también promesa de un mejor pasar económico o compañía en la desgracia. Y sea haciéndose pasar por conde para conquistar el corazón de un mercader que prefiere colocar a su hija al mejor postor, o rescatando de los latigazos a una pobre chica obligada a fregar ropa, Charlot aparece siempre ahí con su bombín, su bastón, sus pantalones anchos y sus zapatones. Este modelo sirve también como caso de estudio del modelo tradicional (hoy en crisis) de la mujer en el cine, dependiente del hombre que debe “salvarla”. Y Charlot triunfa a pesar, o quizá gracias a su torpeza. Esa torpeza cómica que sigue en la pantalla grande incluso hoy, a través de sus lejanos herederos culturales británicos, como Mr. Bean.
Párrafo aparte para los rivales de turno del protagonista: mercaderes, nobles o carteristas, todos movidos por la avaricia y la intención de sacar provecho del otro, terminan recibiendo lecciones de Charlot en la forma de un slapstick compuesto de sopapos, bastonazos y, sobre todo, sólidas patadas en el trasero para terminar con la cara en el barro. Todo mezclado eso con ese andar bamboleante imposible de olvidar y el correteo de los personajes, ayudados por el efecto de cámara rápida, propio de una época en que el cine se hacía de a menos cuadros por segundo. Esa imagen acelerada que hoy es sinónimo de enredo cómico.
Como corresponde a la época, estas son películas mudas pero increíblemente expresivas. No sólo desde la gestualidad inigualable de Chaplin (que, justo es decirlo, estaba en una compañía estupenda), sino también desde la banda de sonido. Ya se trate de un piano solitario marcando el tempo con la ductilidad del instrumento, o de los contrapuntos entre una pequeña orquesta y un violín solista, la música no cesa y acompaña toda la acción. Y esa acción no para. Chaplin comprendía perfectamente la máxima aristotélica para la narración, de que cada parte debía llevar hacia adelante la historia. Esto es particularmente cierto para un cortometraje, donde no hay tiempo para planos superfluos ni subtramas.
Sea con la ternura de los piquitos en Carlitos se enamora, con el sigilo del rescate de la dama en Carlitos vagabundo, con el caos desopilante de Carlitos en el parque o con la competencia por el puesto de trabajo en Carlitos principiante, los cuatro films son una muestra imperdible de uno de los cineastas fundamentales del siglo XX.
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