MUSICA › VIDA Y OBRA DE UNA CHICA FUERTE
Amparo Sánchez revisita su vida con la paz de haber ido cumpliendo metas. Nació en Alcalá la Real (Jaén) en 1969. Pronto se mudó a Granada para buscar nuevos horizontes. “Incluso en aquellos inicios –se enorgullece–, yo aclaraba que tenía un oficio. Si me contrataban para un empleo ponía como condición innegociable que los días que tocaba me dieran franco.”
La verdadera explosión llegó cuando en 1995 se compró un pasaje de ida a Madrid y se instaló en el barrio de Malasaña, que había sido la sede oficial de la movida madrileña. En una servilleta de un bar escribió las palabras “Paranoia, Amparo, Power Machín...”. Era el germen de Amparanoia.
La vocalista, guitarrista y compositora debía dividirse entre los ensayos, su crío de diez años y su trabajo como moza en el bar Tío Vinagre. Revoloteaba por ahí Manu Chao, un hombre al que la propia Sánchez reconoce como maestro y propulsor cada vez que puede. Un poco por su apoyo y un poco por tesón, un año después la banda daba a luz a su primer disco, El poder de Machín. En esos tracks fundadores ya se evidencia una vocación exploradora que pasea sin pudores por el arabian beat, las rancheras, el bolero y las rumbas, entre otros mil ritmos. El mosaico se repite en las mutaciones del equipo, que recibe aportes de europeos y latinoamericanos de las más diversas personalidades.
Con el segundo hijo –Mario– llegó otro puñado de canciones. “Feria Furiosa” (1999) abrió las puertas de un viaje a México que cambiaría la vida de Amparo. Los contactos con las comunidades zapatistas la llevaron a fundar La Realidad Sound Sistem, un colectivo pensado para contribuir con fondos a la causa del Subcomandante Marcos. El mismísimo zócalo del DF fue testigo del entusiasmo que Amparanoia tenía con el movimiento insurgente. Ahí presentaron temas de Somos Viento (2002), placa que desde la portada hace obvias referencias a la lucha indigenista. Enchilao (2003) cultivó texturas más electrónicos, en la búsqueda de una renovación que estimulara la proyección internacional. Hubo sacudones, subidas y bajadas, pero Amparo nunca dejó de poner la música por delante de su figura.
Naturalmente, con tanto traqueteo valía la pena un recopilatorio que sirviera de balance. Lo bautizaron Rebeldía con alegría (2004) y fue seguido por La vida te da (2006). Con este último, el rock mestizo de la española copó la Argentina, se cruzó con las Madres de Plaza de Mayo y compartió simpatías y canciones con Mimí Maura.
Seguiré caminando (2008) acaba de salir a la calle y es un excelente mapa de todas las postas recorridas hasta acá. El boxset contiene dos CD –uno en vivo y otro de rarezas y remixes–, más el DVD de un concierto registrado en la sala Apolo de Barcelona en 2006. La yapa es un documental –Antes de hoy– que reconstruye lo andado entre 1996 y 2006.
A pesar de que cuando tocan sigue divirtiéndose, Amparo asume que debe cambiar de rumbo. “Como capitana de este barco he tenido que resistir fuertes tormentas, vientos en contra y bajas de mi tripulación, y esa voz que me habla desde muy adentro me dice que tengo que seguir creciendo y despedir este sueño para soñar y crear otros”, ha escrito no hace mucho. Antes de cortar el teléfono, reafirma su postura: “Necesité ir para afuera, mostrar mis canciones exteriormente –evalúa–. Hoy me hace falta un clima más íntimo, que mire hacia adentro”.
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