Jorge Goldenberg recuerda que en los ’60 y en Argentina para formarse como cineasta “había que ver qué fantasía tenía cada uno de lo que era un cineasta. Eramos muy jóvenes. Yo buscaba, por ejemplo, un ámbito universitario. Había dos lugares: la Escuela de Cine de La Plata en la Facultad de Artes y otro era el Instituto de Cine de la Universidad Nacional del Litoral. No había otros”. Y sostiene que, por afinidad, después de ver una proyección de Tire dié, de Fernando Birri, en la Facultad de Derecho en el año ’59, se fue a Santa Fe. “Averigüé y me resultó convincente el organigrama de la escuela. Creo que se estudiaba inorgánicamente en el instituto, pero se estudiaba. Había limitaciones de equipamiento muy grandes y de presupuesto también. El instituto peleaba todos los años por su supervivencia en el Consejo Superior Universitario, donde no era lo más querido del mundo”, afirma Goldenberg, quien considera que tanto por el aprendizaje de las clases formales como por el contacto diario, “cosa que en Santa Fe se facilitaba mucho, vivías en el tema del cine. Al no ser una gran ciudad, salías de la clase, seguías en el pasillo, te ibas al boliche de la esquina con el profesor, con tus compañeros, y estabas todo el día hablando de cine. Yo creo que esto era formativo: el ámbito era muy estimulante. Había muchas dificultades para las ejercitaciones, estamos hablando de una época en que no existían el video y el soporte digital. Filmar era caro, difícil, etcétera. Ahora, hemos tenido algunos profesores que realmente nos abrieron la cabeza”. Goldenberg recuerda que los alumnos formados allí tuvieron la posibilidad de ver cine documental, “que acá en Buenos Aires era difícil de ver, como todo el documental canadiense, la escuela inglesa del documental, que veíamos con frecuencia y con entusiasmo, o todo el documental holandés. Eso era formativo, aun cuando la formalidad propiamente dicha, si lo comparás con una carrera universitaria estructurada, aparecía como más lábil”.