Una de las grandes sorpresas con las que se topó la actriz en estos años de ostracismo es que aprendió a abrazar la enseñanza actoral. “Enseñar lo que sé se ha transformado en una delicia”, dice. “Hice una prueba piloto el año pasado, con un seminario de tres meses, y terminé teniendo que organizar tres más por la demanda de gente ávida de expresión”, cuenta entusiasmada. En esas clases, Estévez pudo canalizar aspectos suyos que se encontraban ocultos. “Mi parte más contenedora, maternal y amorosa se manifiesta en esas clases. Siempre creí en que el aliento y el amor logran grandes avances en la gente, que el rigor y la presión jamás consiguen. Me doy el gusto de comprobar que desacralizar, simplificar, no juzgar, entre otras, son acciones revolucionarias. Nadie puede avanzar si no disfruta. Disfrutar es una de las más grandes responsabilidades que tenemos como seres humanos. Eso y comprometernos con nuestra propia evolución. Otro sería el mundo bajo estas dos sencillas premisas”, subraya.