TELEVISION › LA ALEGRIA NO FUE SOLO BRASILEÑA
Sin fronteras para el golpe al corazón
Por Julián Gorodischer
Nada alcanza: ni la cieguita mezzosoprano, ni la cantante salteña que arrastra multitudes, ni la imagen maternal de Xuxa, veterana, presentando en sociedad a su hija Sasha: el golpe al corazón no conoce fronteras. La emoción se compra y se vende en esta noche hecha para hacer llorar: el lunes de Marcelo Tinelli y Diego Maradona tuvo más parecidos que diferencias, unidos por la consigna familiera, el rescate emotivo de los valores de antes, el invitado principal que –devaluación mediante– se limita al país vecino. ¿Los chicos? Protagonistas de los dos programas: como público y llorando (el sobrinito del Diego), o partícipes de un eterno acto escolar que los alterna para cantar un tango o zapatear un malambo (en lo de Tinelli) hasta llegar al premio devaluado del final: una computadora auspiciada por Frávega y/o la promesa de un contrato para actuar en el canal.
Tinelli, a lo largo de cinco horas, recupera el clímax de Operación Triunfo: la plaza repleta con gente de pueblo en apoyo a su representante zonal. A las 22, el zapping no ofrece variaciones: en ShowMatch o en La noche del 10 hay una misma exaltación familiar y patriotera: vuelven el ritmo criollo a cargo de los minicantantes, el contraste con Brasil que nos eleva (frente a los invitados Pelé y Xuxa, de capa caída), el himno que identifica y alude a una resurrección: No llores por mí..., en voz de la cieguita Evangelina, de Entre Ríos, o Tratar de estar mejor, de Diego Torres, en lo de Maradona.
Esta es la recreación tardía del sueño de los ’90, cuando se creía en la Argentina-Primer-Mundo: “El mundo nos está mirando”, creerá otra vez quien haya visto La noche del 10 (nombrada como de Dios, por el locutor excitadísimo). Y lo volverá a pensar cada vez que se escuche repetir que, en los estudios de Martínez, hay 250 cronistas llegados para ver el debut televisivo y adelgazamiento del astro, sitos en una carpa blanca que aquí, sin embargo, no remite a la protesta sindical. Vuelven los ’90 en lo de Tinelli, con la diosa de Brasil cantando, como en pleno menemismo, el maníaco himno Hilarié, sospechado de satánico. Y también en lo de Maradona, donde se recuerdan (en boca del Diez, de Sergio Goycochea y del Rey Pelé) los goles del Mundial de Italia ’90, allí mismo donde la megaestrella invitada sigue siendo María Gracia Cuccinotta, de idéntico status al que tenía en el ’94, cuando se estrenaba El cartero. El tiempo no ha pasado en esos estudios tan iluminados, sede del megashow de luces, sonidos, tribuna y papel picado que parecían perimidos y donde sobrevive el tono viejo del maratón como en la RAI. Como si el tiempo no hubiera pasado, la reina de los bajitos vuelve a declamar mil veces su amor por la Argentina: Xuxa elogia y el público grita Argentina, Argentina.
Enfrente, Pelé elogia, y la tribuna aclama. A las 23, en Canal 13, dice que “la familia es lo más importante en la vida de un hombre”. Luego admite la adicción de su hijo, recibe el consejo, la solidaridad del astro “a disposición”, retoma la idea única de La noche del Diez: una fábula moral que invierte los términos del “Ascenso y caída”, una resurrección individual (extensible a la nación) que habilita no la crítica de un programa sino el cotilleo de vecinas: ¡Qué bien se lo vio! El modo de la entrevista es el mismo en los ciclos enfrentados: no es biográfica ni promocional (según se estila), no se les pregunta a los actores por estrenos próximos ni trabajos recientes, no se reclama una primicia ni una confesión de intimidad. Apenas, como Xuxa con Tinelli, se propone la excusa para prodigarse halagos y agradecimientos, soporte para soltar la manía compulsiva, el chisterío de Diego Torres o Ricardo Darín, la excusa para plantear un reencuentro (Tinelli-Xuxa) o una reconciliación (Pelé- Maradona) en términos estrictos de vida privada. Rige la diatriba antiperiodística con cierta resistencia a asumir ese rol, y con mención al como si sólo estuviéramos tú y yo entre Pelé y Maradona.
La exaltación pronacional reclama a un brasileño/a venido a menos (que tenga un hijo adicto en recuperación o que se haya dado cuenta del errorde abandonarnos). Y la oda a lo local será condición sine qua non: “Me siento abrazada/ es lo más lindo que alguien puede recibir...”, de Xuxa sumando al monotema de la jornada: tradición (tango y folklore), familia (el hijo de Pelé, la hija de Xuxa) y propiedad, en el deseo de adquirir el premio moderado: ni fajos millonarios ni viajes internacionales, a lo sumo un DVD o mil pesos por patearle el tablero a Maradona. El resto es pura onda retro, cada vez que, en el 9, Xuxa recuerda su programa que solía ser un boom..., cada vez que Maradona se recuerda como “héroe, gigante, mago” a través de una carta que llega, una foto con un fan, un halago de Diego Torres o un nuevo set de fútbol-tenis junto a alguno de los ídolos revividos: Batistuta, Goycochea, Sabatini....