Marcelo Piñeyro dirigió películas basadas en obras literarias y también elaboró textos propios, en colaboración con otros guionistas. En ese sentido, señala que no es más difícil filmar una obra ajena porque “hay un punto en que te la adueñás. Es lo mismo que la idea se le haya ocurrido a otro que a uno mismo. Hay un punto en el que es tu película, son tus ideas, más allá de que el origen no haya sido de uno”. Por el contrario, siente que hay “un tercer jugador en la mesa (yo siempre escribo con otro) que también ha pensado sobre el tema. No consideramos nunca que es el dueño de la verdad pero sí es una opinión a la que volvemos”. Piñeyro parte de la base de que una adaptación literaria “es una lectura y como tal es mi lectura, subjetiva”. Reconoce que con Plata quemada, El método Grönholm y Las viudas de los jueves, no se planteó “hacer una ilustración de lo que ya estaba hecho. Sí creo que Plata quemada como lectura era mucho más radical que Las viudas... porque Plata quemada era una novela que tenía infinidad de personajes, de subtramas, etcétera. Y nosotros tomábamos un punto y lo que estaba más latente lo poníamos muy en primer término”. En Las viudas..., Piñeyro observa que esa ruptura no se nota tanto. “En el caso de El método todo lo que tomamos de El método Grönholm fueron los procesos de selección de personal que tiene una multinacional, pero después desarrollamos otros personajes, otras situaciones e, inclusive, lo que contaba la película era diferente a lo que contaba la pieza teatral. En el caso de Las viudas... o en el de Plata quemada siento que, si bien se toman todo tipo de libertades narrativas respecto al original, la intención de relato de las películas es más parecida a la intención de relato de los autores. Pero no lo considero condición. Es una obra provocada por otra obra, pero es una obra independiente”, analiza Piñeyro.