Sábado, 14 de enero de 2006 | Hoy
El verano que llega por la tele extinguió las bellezas naturales: se ve una cabaña, un piso de madera, pañuelos, camas, sillones, un amoblado playero que suprime la arena, el mar, el cielo, algún arbolito, un médano. El verano que se ve desde los móviles, el que extendió como regla el canal Fashion TV (desde Playa del Carmen, México), el que vuelve en los programas de chimentos, en la vidriera de las revistas de actualidad, hace un elogio de lo construido, lo cómodo, lo que separa de la superficie que ensucia. Todos quedan limpios, sin arena pegoteada en las plantas, sin el pelo impresentable para la foto, con el vasito del auspiciante en una mano y la mirada dirigida a la lente, rotando (las chicas Playboy, las vedettes del teatro de revista, las pescadas haciendo topless) del parador de la FM 100 al de la Rock & Pop, haciendo un culto al multitarget que fomentan, también, sus hosts. El verano mediático es hipertecnológico, con cabinas de Internet, auspicio de telefonía celular, ropa de marca de la cabeza a los pies dejando en el pasado aquel ritual de la mallita y las ojotas. Vestidos, recostados en el sofá de cuerina, atendidos por meseras, fotografiados con su mejor ropa, las modelos y los actores del montón roban un plano y rinden culto al templo playero: el parador.
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