LITERATURA
El género cuento está retrocediendo respecto de la novela. “En la Argentina es notorio porque tiene una tradición cuentística fuerte, aunque el fenómeno es universal”, plantea el escritor y crítico literario Martín Kohan. “Se pide, se espera y se propicia el género novela. Los editores dicen que los libros de cuentos venden mal. No sé por qué la gente dejó de leerlos, si es que es cierto eso. No tengo una visión romántica de las editoriales, en cuanto a que tengan que perder plata, pero los términos de dónde se corre el riego o no, se han exagerado un poco. Ya no es apostar por un nuevo autor, es no arriesgar a un género. Me parece que hay mucha comodidad en ir a lo segurísimo, pero también están los márgenes”, evalúa. “A partir de un momento determinado, quedó claro que había que prestarle más atención a las editoriales intermedias que a las grandes, con excepciones de un lado y del otro. No todo lo que se publica en las grandes es poco valioso, ni todo lo que se publica en las más chicas es bueno.”
El autor de Dos veces junio dice que es cierto que las editoriales chicas tienen menos motivos para hacer cierto tipo de concesiones, pero las grandes “tampoco funcionan como una maquinaria tan implacable que impida que haya un buen editor”. El escritor confiesa que pudo trabajar con un editor de lujo, como Luis Chitarroni, de Sudamericana, “al que no veo en ningún sentido como la encarnación del mal y de la banalidad literaria”. En la perspectiva de Kohan, las grandes editoriales no funcionan como una máquina tan homogénea. “Ellos cubren cierto tipo de literatura, de la que esperan repercusión comercial, pero en medio de eso, quedan grietas para apostar por un libro diferente sobre el que no ponen el peso de la exigencia comercial. Que la editorial pertenezca a un grupo no quiere decir que cada uno de los libros que publica los saca bajo los condicionamientos y las exigencias de esa globalización.”
Kohan admite que una de las consecuencias de la concentración editorial es el declive en la idea de semillero. “Juan José Becerra sacó su primera novela en Beatriz Viterbo, de Rosario. Esto iría en la dirección de decir que el semillero pasa por otro lado –ejemplifica–. No obstante, su segunda novela la publicó por Norma y la tercera, Miles de años, en Emecé. Las editoriales más chicas pueden ser un trampolín hacia las más grandes, pero no necesariamente es así. Gustavo Ferreyra, otro escritor que también me interesa mucho, publicó su primera novela en Sudamericana, después sacó un libro de cuentos en Simurg y ahora una novela en Losada.” El autor subraya que el espectro de lo que las editoriales grandes ofrecían se estrechó, pero no se anuló. “Si la colección de Narrativa Argentina de Sudamericana tenía un título por mes y ahora tiene tres en el año, es evidente que, para un editor que está eligiendo textos nuevos, el margen de apuesta se redujo, porque donde antes había doce libros, hoy sólo quedan tres.”
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