Algunos ejemplos que ilustran sobre la concentración editorial producida en los últimos años: Javier Vergara fue comprada en 1997 por Ediciones B, filial del grupo Zeta (antes Bruguera), de capitales mayoritariamente españoles. En diciembre de 2000, el grupo Planeta de Barcelona adquirió la última empresa familiar argentina, Emecé –fundada en 1939–, por un acuerdo de aproximadamente 15 millones de dólares. Ni la ciencia-ficción se salvó de la avanzada. También Planeta incorporó a Minotauro –fundada por Francisco Porrúa en 1954– por una inversión superior a los 4 millones de dólares. Y el grupo alemán Bertelsmann –paradigma del fenómeno: tiene emisoras de TV, radio, periódicos, revistas, estudios de cine, discográficas, proveedoras de Internet y distintos sitios web– le echó el ojo a Sudamericana. El gigante alemán, que había comprado Random House, la editorial más prestigiosa de los EE.UU., se asoció en un 50 por ciento con Mondadori –propiedad de Berlusconi– para la edición de libros en español. Así, en 1998, desembolsó 5,4 millones de dólares para adquirir el 60 por ciento de Sudamericana, hasta que en 2001 adquirió la totalidad de la editorial.