Miércoles, 31 de marzo de 2010 | Hoy
CINE
“Cuando una tiene catorce años y filma es como una niñita que dejó las muñecas, fue a ver a un señor espléndido y buen mozo que sonreía y que, en un punto, le hubiera gustado que fuese su papá”, dice Graciela Borges respecto de sus inicios como actriz, bajo la dirección de Hugo del Carril. Y señala que, en aquel entonces, no era un sueño ni una vocación. “Cuando era chica, había estudiado declamación. Tenía clases en la Santa Unión del Sagrado Corazón, un colegio de monjas. Y estudié declamación porque daba soltura social y yo era muy retraída. Y después seguí estudiando. Me conectaba mucho decir palabras de otros para comunicarme. Y vino Hugo del Carril y eligió escolares para la película”, recuerda. También explica que cuando comenzó no vivió ningún tipo de discriminación por el hecho de ser mujer en el terreno artístico: “Quiero ser absolutamente honesta: nunca sentí ninguna discriminación. He luchado igual que un hombre, he tenido pérdidas y ganancias y me siento en igualdad. No me gusta el tema del género hombre-mujer. Me imagino que otras han tenido menos suerte en otros trabajos”, sostiene. Es sabido también que la profesión le dio muchas satisfacciones, pero tal vez el hecho de haber empezado de chica le quitó otras cosas en su vida. Borges señala al respecto: “No me quitó, pero no me apoyó en muchas cosas. Me hubiera gustado tener una adolescencia más común, con menos trabajo. La verdad es que la vida me dio todo lo que pudo, pero lo que más me importa es vivir, mucho más que el cine, a pesar de que el cine es un amor eterno. La vida es más poderosa que todas las cosas que uno haga, si uno intenta vivirla bien”.
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