Jueves, 23 de febrero de 2006 | Hoy
MUSICA › OPINION
Por Bobby Flores
I r a un concierto de los Stones es como ver al equipo del que sos fanático. Con cualquier otro show tenés que ponerte más profesional para hacer llegar emociones, pero con los Stones podés ser un fan más. Si ellos tocan en Buenos Aires podés poner en la cobertura a cualquier pelotudo que hable desde el corazón y la emoción se va a transmitir sola.
Ya desde que te vas acercando al lugar del ritual sentís algo único en el mundo: yo vi a los Stones en Nueva York, en Londres, en Río... en todos lados, y estoy seguro de que en ningún lugar es como acá. Y eso ellos lo saben. ¿O alguien se piensa que a esta altura vienen por la guita?
Ni hablar de cuando se apagan las luces y arranca la música. Una vez que están ahí, se puede seguir a cualquiera de ellos y encontrar a un showman. Es como si fueran los abuelos que a todos nos gustaría tener. De hecho, creo que el fanatismo de los pibes pasa por ver en ellos a abuelos o padres con los que se podrían divertir en serio, sin forzar la situación. El martes vi a muchos padres con sus hijos compartiendo música. Ese es otro de los puntos que me parece interesante rescatar.
A nivel personal, me gustaría confesar que toda la vida me pregunté qué iban a hacer los Rolling cuando llegaran a esta etapa. Lo que descubro hoy es que estos tipos me están demostrando que la edad no importa. Y no lo hacen desde una postura de alguien que quiere “parecer” joven: éstos se cagan en la arrugas y desde los veinte van por la vida como si tuvieran ciento cuarenta años y se la bancaran. De pendejo los seguí por el rock, después por el rock y por envidiarles sus minas, y hoy los observo porque me ayudan a crear. Su gran mensaje es que toda vida tiene provecho hasta el último de sus putos días.
* Periodista. Transmitió el show de los Rolling Stones por FM Spika (103.1).
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