Martes, 3 de agosto de 2010 | Hoy
MUSICA › OPINIóN
Por Eduardo Fabregat
Era 1990, cuando la Argentina no existía en el mapa de la industria musical, y los shows internacionales se contaban con pocos dedos. Que la productora Rock & Pop anunciara en una sola serie a Eric Clapton, David Bowie y Laurie Anderson –el Derby Rock Festival– era un sueño hecho realidad. Un sueño que, para quienes gastaban en su bandeja de vinilos el exquisito trío de discos del King Crimson de los ’80 (Discipline, Beat y Three of a perfect pair), traía un plus de oro: para su gira Sound + Vision, el Duque Blanco había reclutado nada menos que a Adrian Belew. Belew no sólo nos dejó de boca abierta tocando los clásicos de Bowie, también incendió River con “Pretty pink rose”, de su disco solista Young Lions. Era demasiado, dijimos. No viene nadie, y vino Belew.
Apenas cuatro años después, lo que era sueño se convirtió en delirio. Uno a uno mediante, Buenos Aires ya era plaza fuerte, pero ni el espíritu más imaginativo podía darle forma a lo que fue primero rumor y luego gozosa confirmación: King Crimson se reunía, y se reunía en Argentina. Robert Fripp, Belew, Bill Bruford, Tony Levin, Pat Mastellotto y Trey Gunn se instalaron en el estudio El Pie y le dieron forma al “doble trío” que descerrajaría una tremenda serie de shows en Prix D’Ami, el teatro Broadway, Córdoba y Rosario. Fripp y Belew cruzando armas en “Red” y en “Dinosaur”, Belew cantando cosas como “Matte Kudasai” y “One Time”, el grupo todo desencadenando una furiosa tormenta eléctrica en “Thrak”. Esto es demasiado, dijimos esa vez.
Tres años más tarde, el milagro era cosa cotidiana. En el Teatro Del Globo, Adrian –se podía tutearlo, ya era de la casa– trajo un Acoustic Tour que combinaba sus canciones con diálogos con el público. Hablar de “sus canciones” es hablar del formidable corpus artístico de Lone Rhino, Twang Bar King, Desire caught by the tail, Mr. Music Head, Young Lions, Inner Revolution, Here y Op Zop Too Wah: relajadamente sentado, descalzo, con un par de libros antiguos y una calavera como escenografía, Belew entregó otro show delicioso, en el que primaba su gusto por las melodías antes que los retorcimientos del planeta Crimson. Acostumbrados a que pasara por Ezeiza, ya no decíamos “es demasiado”. Puestos a soñar cosas posibles, le pedíamos que reuniera y trajera a The Bears.
No vinieron los Osos ni se produjo otro encuentro. Los años se acumularon y para el apasionado público argentino Adrian Belew empezó a ser, otra vez, una deuda. Los múltiples ProjeKCts de Crimson no vinieron. Hubo que seguir desde lejos las gloriosas deformidades plasmadas por el guitarrista en los discos Side One, Side Two, Side Three y su correspondiente Side Four Live. Encontrar en YouTube el demoledor set que lleva a cabo con su actual trío –primero con los hermanos Eric y Julie Slick, ahora con Julie al bajo y Marco Minnemann en batería– hacía que se piantara un lagrimón, el calendario volviera a la era pre-1990, cuando estos tipos sólo eran posters y grabaciones. Hasta ahora.
Vuelve Belew. La espera se convierte en festín.
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