Viernes, 1 de octubre de 2010 | Hoy
CULTURA
Ella estalla como el verano
no es posible evitarla o detener su rostro,
avanza en cualquier calle,
aún hace ruido al pie de mi silencio,
muchas veces me miran para ver su dulzura,
por ella se me han puesto
suaves las manos, suave el corazón,
la muchacha infinita me posee,
llena mis días de ausencia,
no me deja andar triste, me permite subir por su recuerdo,
todo lo más habrá que ver cómo vivir sin ella,
la señora sentada al fondo de mi sangre.
* El poema “La dueña” fue incluido en Del amor por expreso pedido de Cristina Banegas, quien reconoce que el último verso posee el don de hacerla estremecer cada vez que lo lee o lo escucha.
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