Cuando Angel Cappa se exilió en la década del ’70, Bernardo se mudó al campo para vivir con sus abuelos. Su madre, también militante, se quedó en Buenos Aires; prefirió alejar al niño del clima que se vivía en la Capital. “El fútbol me atraviesa desde siempre. Cuando era chiquito, mi papá me relataba partidos y yo me imaginaba lo que él contaba. Y en el campo me la pasaba jugando solo a representar un partido: ponía los arcos, pateaba, armaba jugadas, me pasaba horas”, recuerda. Más grande fue a Ferro para probarse para las Inferiores, pero no le gustó nada. “Los entrenamientos, la competencia, el manejo que hay, los padres que se meten mucho. Salvo que tengas muchísimo talento, que no era mi caso, es ir a los partidos a que te metan, te saquen, te traten mal. Y dije basta.” El mundo del teatro fue distinto: “Cuando me metí a estudiar y a hacer teatro también aparecieron dificultades, pero me las banqué. En el fútbol, no”.