Martes, 18 de enero de 2011 | Hoy
CULTURA
Los diseñadores de videojuegos siempre intuyeron que lo que estaban desarrollando podía llegar a ser una forma de arte, pero para muchos la certeza llegó recién en el año 2007, cuando vio la luz una obra revolucionaria, que probablemente haya marcado el camino de lo que posteriormente se conocería como art game. Su nombre fue The Marriage, y su creador, Rod Humble, la define como una forma de expresar cómo siente él mismo el concepto de matrimonio. Humble es un viejo conocido en la industria de los juegos de computadora. Trabajó en cientos de títulos comerciales y en empresas pioneras como Lucas Arts o Electronic Arts, donde actualmente es el encargado del famoso The Sims. Sin embargo, en The Marriage se propuso, “sin vueltas y sin excusas”, hacer arte.
En la pantalla solamente se ven figuras geométricas: un cuadrado azul y otro rosa, y decenas de círculos de colores. Todos se desplazan por su cuenta y reaccionan al puntero del mouse de diferentes formas. El objetivo, sin saber a priori cómo, es hacer que el matrimonio, representado por los dos cubos, perdure en el tiempo. El equilibrio es frágil, como en cualquier pareja. “Quería utilizar la reglas del juego para explicar algo invisible pero real”, recuerda Humble en el texto que acompaña al programa. Justamente, la decisión de que no haya música ni sonidos y que los gráficos sean no figurativos se amparaba en la idea de no distraer al espectador del mensaje de la obra. “Removí todo lo que se pudiera interponer”, remarca.
“Es completamente abstracto y está todo reducido a la mínima expresión. Están solamente los componentes irreductibles que se necesitan para transmitir algo, y eso es justamente lo que se está intentando descubrir en los videojuegos artísticos”, opina Agustín Pérez Fernández, uno de los representantes de la vanguardia de art games en la Argentina.
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