Martes, 3 de mayo de 2011 | Hoy
OPINIóN
Por Oscar Finkelstein
Crónica de un sueño arrancó en los noventa. Le había hecho un par de notas a León y siempre me quedaban cosas afuera. De ahí que se nos ocurriera armar un libro. De esa etapa inicial tengo cuarenta casetes de una hora con nuestras charlas, que seguramente se editarán en el futuro. Paralelamente, fui haciendo un laburo de archivo muy fuerte.
Pero claro, la primera versión abarcaba hasta fines de 1993. A partir de esa fecha, León, sus fans y el país entero se alegraron y entristecieron muchas veces. Por eso cada vez que nos contactábamos nos decíamos que había que encarar una actualización. Y en 2008 volvimos a nuestros encuentros, sólo que esta vez ya no había casetes, sino tecnología digital. Igual fueron otras cincuenta horas de grabación, en las que Gieco recuperó recuerdos que antes no había compartido y repasó su realidad más inmediata.
Un trabajo así tiene pros y contras. Por un lado, es difícil sentarlo a León, porque vive volando de acá para allá. Pero por otro es un ser transparente, que se parece mucho a lo que todos vemos cuando está sobre un escenario, y eso le da fluidez a una crónica. Conozco un montón de músicos y puedo asegurar que esa característica –esa coherencia entre el individuo público y el privado– se da en León con una contundencia excepcional. De ahí que yo lo admire como artista, pero mucho más como ser humano.
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