En 1938, mientras Juan Domingo Perón preparaba las maletas para irse a Italia –viaje que según sus detractores demostraría el linaje fascista del líder–, un escritor sudafricano que probablemente habría despreciado a los cabecitas negras escribía frases que en cierto modo conectan a ambos hombres. En Sobre los cuentos de hadas, John Ronald Reuel Tolkien afirmó que la ficción no consiste en hacer que los demás “suspendan su incredulidad” por un rato, sino que implica mostrarles otros universos –más o menos reales, más o menos simbólicos– a los que se pueda ir de paseo, para retornar al reino de lo cotidiano equipados con una nueva perspectiva.

“La definición de un cuento de hadas –decía el autor de El señor de los anillos– no depende de ningún relato histórico (...) sino de la naturaleza de Fantasía (...) Y Fantasía no puede quedar atrapada en una red de palabras; porque una de sus cualidades es la de ser indescriptible, aunque no imperceptible.”

En Aluvión esa incursión a Fantasía se concreta sobre las alas del peronismo y sus iconos. Santoro avisa que la meta no es glorificar ni denostar al movimiento, sino deconstruir su entramado, agitarlo y ver si se lo puede captar desde una mirada más fresca. Quién sabe cuáles puedan ser los efectos. Después de todo, en la Argentina el arroyo que separa a la realidad de la ficción nunca fue caudaloso. Fue más bien un trazo de barro. Un pantanal. A lo mejor es hora de volver a explorar esa frontera. “Estamos en un momento en que el peronismo empieza a ser apropiado por todos a partir de una nueva generación militante. Es una oportunidad inmejorable para hacer este ejercicio”, invita Santoro.