Daniel Santoro es constructor de una cadena creativa con eslabones muy variados. Nació en Buenos Aires en 1954 y se inició en la militancia cuando tenía sólo catorce años. Estudió en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en 1978 arrancó con exposiciones individuales y colectivas. Es notable cómo –a pesar del temprano ingreso a la política– su aventura estética no se concentró en un solo tema. Sorprenderá a muchos saber que se abocó a la caligrafía china y al estudio de las filosofías de Oriente, y que en los albores de los noventa armó una exposición que se burlaba de la historia oficial a partir de los Recuerdos del Billiken.

En 2001 salió al ruedo con la exposición Un mundo peronista, que mantenía una mirada de afecto sin dejar fuera la crítica hacia los aspectos maquiavélicos del movimiento. “El menemismo –se quejaba entonces– se apropió del horizonte peronista y lo transformó en una caja en la que metió cualquier cosa.” Con otros vientos surcando el horizonte, hoy cuesta pensar en alguien más apropiado para encabezar un ciclo que aspire a barajar con inteligencia significantes hasta hace poco intocables.