La foto que ilustra la tercera novela de Laura Alcoba, Los pasajeros del Anna C, es la del barco homónimo en el que regresaron sus padres, a fines de mayo del ’68, luego de la experiencia de entrenamiento en Cuba. El Anna C. existió, pero se destruyó en un incendio y sus restos se vendieron como chatarra, pocos años después. “El Che trabajó como enfermero en una serie de barcos, entre otros el Anna C –cuenta la escritora–. Cuando se confirmó esta anécdota, me di cuenta de que el libro tenía que cerrar con el regreso en el Anna C. Ellos salieron buscando al Che, quisieron alcanzarlo y no lo lograron. Cuando volvieron a la Argentina, se encontraron con el Che de una forma inmaterial y fantasmal. Quisieron llegar a un después ideal, pero viajaron en barco en un momento en que ya se viajaba en avión. Viajaron como los inmigrantes y repitieron el viaje de los antepasados.”