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Sábado, 17 de junio de 2006

PLASTICA

Al maestro, con cariño

- Miguel Dávila (La Rioja, 1926), artista, discípulo: “Trabajé con Spilimbergo durante cuatro años. Tenía una personalidad que causaba gran respeto en todos lo que lo conocían. Era capaz de pasar de una situación muy fuerte y enérgica a gestos de gran ternura y cariño, y aunque en la enseñanza era exigente –porque él mismo era exigente con su trabajo–, siempre tenía un gesto de cariño para los que se esforzaban por mejorar. Me pasaba las tardes viéndolo dibujar con un lápiz de grafito. Se ponía a observar el modelo y después lo trasladaba con un gesto preciso. No iba moviendo el lápiz, sino que cuando había captado lo que quería, trazaba la línea con una precisión sorprendente. Algo parecido pasaba con su forma de hablar. Aunque más que hablar, gesticulaba. Si vida era como un dibujar constante. Lo recuerdo como un observador adentrándose todo el tiempo en las figuras que le ofrecía el mundo”.

- Carlos de la Mota (San Juan, 1924), artista y discípulo: “Los que tuvimos contacto con Don Lino disfrutábamos generalmente de su amistad. Se reunía con sus alumnos por los boliches, no se mandaba la parte de maestro. Un tipo muy humilde, muy respetuoso. Muchos sabíamos que él tenía ideas políticas, pero nunca utilizó la enseñanza para cooptarnos. No conozco a nadie que se haya comportado como él. Tenía relaciones con personas extrañas... se hacía amigo de los cocheros de las plazas de Tucumán, que iban a caballo y a veces hasta lo llevaban gratis. No he vuelto a conocer un ser así. Y ahí está su serie Emma, que influenció a muchos alumnos e incluso me animaría a decir que prefiguró al Juanito Laguna de Berni”.

- Albino Fernández (La Habana, 1921), discípulo y ayudante de Spilimbergo: “En 1947 fui a la Escuela Nacional de Bellas Artes a pedir mi certificado para irme a estudiar a París junto con Alfredo De Vicenzo y Miguel Di Lorenzo. Habíamos ahorrado juntos. Entonces me encuentro con Spilimbergo en uno de los pasillos y me dice: ‘Mire, me acaban de nombrar profesor titular de pintura para arrancar con el Instituto Superior de Arte en Tucumán. Me autorizaron a dar dos becas, ¿quiere venir?’. Entonces nos juntamos los tres amigos... y toda la guita que teníamos para irnos a Europa la gastamos para estudiar con el maestro, porque al final las becas no salieron. Spilimbergo trabajaba como docente doce horas por día, y sus alumnos otro tanto. Tenía una humanidad fuera de serie. La primera vez que expuso Emma... en Tucumán, corrió la voz de que iban a clausurar todo. Entonces vino el rector de la Universidad, que era un tipo buen mozo que siempre cambiaba de mina. Vino con la amante, me acuerdo. Cuando salió, le dijo a la chica ‘y, qué te parece?’ ¿Y qué le iba a decir la flaca? (risas). Un gran tipo. Siempre decía ‘si m’hijo, no m’hijo’. Iba a comer y muchos –demasiados– se acercaban a tomar porque pagaba él”.

- Eolo Pons (Buenos Aires, 1914), discípulo y artista: “Tenía 18 años cuando lo conocí en una cena homenaje; había ganado el Primer Premio Nacional. Y me encontré con un hombre muy respetuoso de la actividad de los artistas. El sabía de las dificultades para seguir la vocación y por eso ayudaba mucho a los estudiantes. En el taller, nunca tuteaba a sus alumnos, pero los respetaba como iguales. En realidad, revolucionó a toda la muchachada de aquel tiempo. Nos reveló cosas que en ese entonces en la academia no se estudiaban. El sentido profundo de la pintura. Con Emma... reveló el fondo social de un problema que se estaba debatiendo en aquella época, en una serie que no se conoció en Buenos Aires hasta hace muy poco”.

- Leonardo Enea Spilimbergo (nieto): “Mucha gente está empezando a conocer acabadamente la obra de mi abuelo recién ahora, porque cuando vivía, sus producciones pasaban directamente del taller a las grandes colecciones. Es de los pocos artistas argentinos que se han subastado en Nueva York y no han vuelto a la Argentina. Hoy hay estudios que afirman que fue uno de los nombres insuperables del dibujo del continente e incluso se está analizando la influencia que tuvo sobre el famoso muralista mexicano David Alfaro Siqueiros”.

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