CULTURA
“En lo literario quizá no habría tanto que hablar de collage, sino del poema como dibujo, de la escritura dibujada –dice María Negroni–. El collage no sería lo más importante como invención del siglo XX en la literatura. No lo he pensado, pero diría que podríamos hablar de una especie de desarticulación del yo que escribe. Hay algo que entra en crisis: el sujeto que escribe, que sostiene el discurso. Esta sería la marca más importante que cambia respecto de la literatura del siglo XIX. Es un yo que se destartala, que se desmorona, habría que buscar el verbo. Pero es por ahí.”
–Pero ese yo que escribe ahora parece que se volvió a levantar, ¿no?
–Se vuelve a levantar porque la literatura y la vida son como un péndulo: nos vamos de un extremo al otro y con suerte, en algunos breves momentos, encontramos un equilibrio. Hay dos cosas que podría decir. Cuando se produce una especie de agotamiento de las novedades, como el arte –o quizá sería mejor decir la belleza– tiene que ver con la ruptura de la regla, una novedad repetida se vuelve regla. Si lo que prima es la música atonal y la falta de melodía, de repente la ruptura puede ser reinstaurar la melodía. Uno se tiene que mover. La ruptura no es siempre la misma. Siempre recuerdo que una vez en el MOMA había una retrospectiva de Magritte y era muy interesante porque empezó su carrera haciendo cuadros surrealistas. Después tiene un momento, durante diez años, en que se dedicó a hacer pintura figurativa, nada que ver con los cuadros de Magritte que conocemos. Y después volvió al comienzo. Cuando estaba en la muestra, me fijaba que la gente miraba las primeras salas y cuando llegaban a la sala figurativa seguían de largo.
–Querían ver al Magritte que conocían.
–Exacto. Pero ese período de diez años fue lo más importante que le pasó a Magritte. La única persona que estaba en la sala figurativa era yo (risas). Lo que quiero decir es que estas idas y venidas ocurren dentro de la obra de un artista.
–¿Cómo serían estas “idas y venidas” en su caso?
–No tengo la menor idea ni quiero tenerla. Se lo dejo a otros. No sé... Lo único que sé es que cada vez estoy más desobediente con los géneros. Que no sé cómo clasificar lo que hago. Pero mucho no me importa.
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