Es muy bueno que a través de una telenovela como “Montecristo”, que posee una audiencia masiva, se cuente una historia de amor pero adaptada a una realidad tremenda, como la complicidad de la sociedad civil y la apropiación de bebés durante la dictadura militar. Porque el programa no sólo trata de la búsqueda de una hermana y de una chica que quiere saber quién es y de dónde viene. “Montecristo” realiza una acusación general a los horrores del pasado: los secuestros, la muerte, el rol de la economía... El programa cuenta toda la perversión del sistema implementado entre 1976 y 1983. Es decir, el ciclo no sólo hace hincapié en la búsqueda de la identidad, sino en todo el accionar de la dictadura militar. Para ello usa la forma, las palabras, el discurso que utilizamos en la institución de una forma acertada. Es importante que el mensaje de la telenovela, sea directo o subliminal, llegue a aquellas personas que no saben o no quieren saber acerca de estos temas. Sobre todo porque aún hoy en la educación argentina se esquiva esa parte negra de nuestra historia. Tal vez lo más destacado del programa, que ayuda a que el mensaje logre mayor penetración, es que la brutal planificación de la dictadura se cuenta utilizando todos los recursos propios del género: las incógnitas, el amor, las traiciones, los engaños, la mentira... Todos recursos propios del mundo de quienes se apropiaron los chicos, mataron gente y se acomodaron económicamente en esa época. Todo está todo dicho muy claramente. No hay nada que se le pueda cuestionar, ni golpes bajos ni deformaciones. Que las brutalidades de la dictadura lleguen a la TV por fuera de los ciclos periodísticos es una ganancia. Es un triunfo de la docencia que todas las Abuelas hemos hecho para evitar el olvido, que se cuente la historia verdadera y no la oficial. “Montecristo” sirve para que la población tome conciencia de que esto pasó. Y nos involucra a todos.

* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.