Referencia del teatro independiente, esta sala fundada por Claudio Tolcachir en el barrio de Boedo en el Timbre 4 de una casa chorizo, comenzó con la pregunta del director: “¿Por qué no ensayamos en mi casa?”. Ya pasaron 13 años desde ese 2001 que obligó a agudizar el ingenio para encontrar un lugar donde ensayar con la compañía que había formado con Lautaro Perotti, Tamara Kiper y Diego Faturos. Pero el éxito logrado con La omisión de la familia Coleman hizo que el pasillo se convirtiera en la virtual sala de espera del teatro (y el vecino del primer departamento los acusaba constantemente de vender drogas), por lo que se decidió a buscar un acceso alternativo al teatro. Para ello se subió a los techos y encontró, con entrada por la calle México, un espacio abandonado que alguna vez había sido una fábrica. Con el tiempo pudo comprar el lugar, y hoy es una sala con capacidad para más de 150 espectadores.

“Es una enorme juguetería, donde puedo hacer lo que quiera con quienes más quiero en el mundo, e inventar nuestros propios juegos. Una pequeña isla donde soy muy feliz”, define Claudio Tolcachir. Y recuerda que surgió de “la necesidad de hacer. En medio de la crisis de 2001 tuvimos el impulso de reunirnos a inventar cosas, proyectos. Nos pusimos a construir la sala. A montar obras allí. A crear un espacio. Fundamentalmente, Timbre 4 es la gente que lo compone. La energía, el deseo y la calidad de las personas que queremos compartir ese espacio. Debe ser un lugar de creación, de riesgo, de profesionalismo, de respeto y de mucha alegría. Que vaya cambiando junto con nuestros cambios. Sin dudas fue nuestra salvación, ya que nos impulsó y al mismo tiempo nos protegió de tantas cosas, sobre todo de la soledad de esta profesión”, concluye.