Lo primero a dilucidar es por qué Karma. “Generalmente se lo asocia con algo negativo, pero no es así”, dilucida entonces Fito Hernández, volcando la palabra a su verdadero significado: la ley causa-efecto para la cultura hindú. “Y pensamos en eso cuando, casi jugando, escogimos el nombre: dando música, la causa, recibiríamos de la gente todo lo que ella provoca, el efecto”, clarifica Xóchitl Galán, la otra pata del dúo cubano, presto a mostrar su propuesta para adultos hoy a las 21 en el Café Vinilo (Gorriti 3780). Lo segundo –a dilucidar, también– es por qué lo de adultos. “Básicamente, porque una parte de las composiciones del dúo está destinada a la canción con temáticas que desde siempre han inquietado al hombre: el amor, la existencia, el entorno o lo sensorial, ¿no?”, enmarcan ambos sobre un concierto que, dicho está, tendrá poco de la otra parte: la lúdica e infantil, que el dúo mostró en su anterior visita a Buenos Aires.

Lo tercero a dilucidar va por el lado de la historia. De una síntesis de ella. Fito (guitarra) y Xóchitl (voz) nacieron en La Habana, se hicieron amigos rápido y se integraron al grupo Opalo, dirigido por Ernesto Urra, donde incursionaron en la fusión entre diversos folklores latinoamericanos y el flamenco. Fue el punto de partida para que en 1999, ya independizados, recalaran en las composiciones propias, en los trabajos junto a la trovadora cubana Rita del Prado, y en la otra pata de su búsqueda: la música para niños. “La verdad es que nuestra manera de hacer música para cualquiera que sea el público al que está destinada es la misma: nos gustan el rigor, la experimentación, no minimizar un tema porque vaya dirigido a público infantil”, refiere Xóchitl,

“Sí, y en este sentido damos mucha importancia a los juegos rítmicos corporales porque el cuerpo, a través de sus recursos sonoros –palmas, chasquidos, pisadas–, está estrechamente relacionado con los juegos infantiles colectivos”, agrega Fito sobre una herramienta musical primal –el cuerpo, claro– que en las músicas del dúo se funden con guitarras, voces, kalimbas, ocarinas y caxixis, todo puesto –a su vez– en función de conjugar Cuba con el mundo. “En nuestras canciones no puede dejar de estar la raíz cubana porque está en el ADN, pero también hay muchas otras músicas que nos estremecen, de ahí la mezcla”, resume Xóchitl, condensando en pocas palabras el principio motor de un repertorio que ya ha recorrido Brasil, Colombia, Venezuela, España, México y Argentina; se ha convertido en discos (Mundo sonajero, En guarandinga para toda Cuba, etc.) y también en una forma original de romper barreras entre mundos generacionales y geográficos.