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Martes, 25 de julio de 2006

LITERATURA

Textual

Entonces vino lo de mi viejo. Dicen que uno se la pasa angustiado por cosas que jamás irán a ocurrirle, pero esto no podría aplicarse aquí, puesto que yo andaba medio loco desde que empezaron con eso y entre tanto el problema no hizo más que agrandarse, hasta que al final lo operaron y se les fue de las manos. Con mi tío lo habíamos llevado hasta la sala de operaciones, con el frasco de suero y todo. Quiero decir que ambos íbamos por el pasillo a unos pasos de la camilla, yo bien agarrado a mi tío. De repente, mi viejo anunció que no saldría vivo de ahí. Llevaba horas con eso, pero la gente como si nada. Es lo que pasa con los enfermos. Recién pararon la oreja a la entrada del quirófano. Una enfermera le preguntó cómo estaba. Perfecto, dijo mi viejo. Pero quería comunicarles que iba a morirse en la operación. Entonces llamaron al médico, que llegó todo alborotado. Algo le dijo que debía escuchar a mi viejo, por si la cosa venía en serio.

¿Usted sabe lo que está diciendo? –gruñó el médico entre dientes.

Mi viejo ya estaba arrepentido, como retorciéndose de vergüenza.

(De “De algo hay que morir”, incluido en El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos).

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