El reggae siempre fue una hormona fundamental en el músculo artístico de Las Pelotas: “Si supieras”, “Hawai”, “Transparente”, “Solito vas”, “Saltando”, “Uva, uva”. Podrían editar un disco tan sólo con sus reggaes, muchos de ellos fundamentales en cada show. Los ejemplos están desparramados en todos los álbumes. Salvo en dos. Cuando grabaron el primero, Corderos en la noche (1991), aún no había surgido esa inspiración con fuerza. En cambio, para Esperando el milagro (2003) decidieron en conjunto no incluir ninguna canción de ese palo. “En esa época, todo se había vuelto muy reggae. Fue fuerte”, explica Sebastián Schachtel. Es cierto: fue por ese entonces que el género comenzó a popularizarse en la Argentina como nunca, ganando incluso amplios espacios dentro del circuito comercial.

La situación se recompuso al disco siguiente. En Basta (lo último de Sokol en Las Pelotas, en 2007), está “Siento, luego existo”, que incluso tuvo un video. “Ahora no nos cuestionamos más el reggae”, asegura Daffunchio. “Nosotros no somos de esa escuela, lo nuestro fue siempre algo impuro. ¡Tuvimos miedo de que los fanáticos vinieran a buscar nuestras cabezas, creyendo que éramos una secta!” Las Pelotas nunca tomó del reggae ninguna otra cosa que no tuviera que ver con la música. Por el contrario: hasta usó esa música para mofarse de los lugares comunes que orbitan a esa cultura. Así sucedió, por ejemplo, con el primer reggae que grabaron: “Tucán” (1994). “Si vos querés sentirte todo un rastaman, todos los temas de Marley, man, deberás estudiar”, empieza la canción grabada para Máscaras de sal.

“La letra también habla de Santa Clara de Morris, que es real; te llevo a la entrada, si querés”, agrega Daffunchio, quien la escribió y la cantó. “Es la descripción de un tipo que va a un lugar por un asunto, pero no se va a aguantar como si fuera Chuck Norris. En fin... creo que si leen la letra, se dan cuenta de lo que está pasando.”