–¿Cuál es el tipo de delito que prevalece en la narrativa policial de estos últimos tiempos?

–El asesinato; menos que un homicidio, no despierta interés. Se intentan muchos otros caminos, pero lo que se necesita es un buen homicidio. Hay delitos conexos con los cuales se puede matizar. En términos literarios, un buen crimen es aquel que te da cuerda para contar una historia de la cual se derivan muchas cuestiones. La novela negra moderna tiene una diferencia con la novela policial anterior. En la novela policial anterior, el acento estaba puesto en el “superyó”; el orden se ha quebrado y hay que establecerlo, tienen que triunfar la ley y la justicia. La novela negra moderna se dirige más al “ello”, que son los apetitos oscuros de cada uno, y el lector se hace cómplice y quisiera que el delincuente se salga con la suya. Después está el delincuente justiciero, el que mata pero hizo bien; criminales que generan un modelo de identificación más potente que la víctima. Vivimos en sociedades que tienen una cantidad de normativas, de leyes y de situaciones de hecho que son absolutamente injustas, y todos de alguna manera queremos escaparnos, evadir o posponer la aplicación de la ley. Y ahí juega un poco la novela negra.