Jueves, 20 de noviembre de 2014 | Hoy
CINE › CHE SANDOVAL Y LOS PERSONAJES DE SOY MUCHO MEJOR QUE VOS, QUE SE ESTRENA HOY
“Cristóbal tiene muchos vicios y traumas que los chilenos creemos haber superado, pero que en la vida cotidiana están presentes”, argumenta el director, que sabe que el dibujo de su protagonista fue llevando a una película con un tono más oscuro.
Por Ezequiel Boetti
Las dos mujeres están en el bar hablando sin parar acerca de hombres, tamaños y orgasmos cuando llega Cristóbal (el también director y guionista Sebastián Brahm) y les pregunta por un sombrero que olvidó hace un rato en esa misma mesa. Ellas no tienen idea dónde está, pero responden con una propuesta al menos curiosa: una visita al departamento para una encamada rápida. La escena es un indicador fiel de los caminos que recorrerá el protagonista durante toda la noche retratada en Soy mucho mejor que vos, segundo largometraje del realizador chileno radicado en la Argentina Che Sandoval, que se verá desde hoy en la cartelera comercial. Camino demarcado por lo visceral y lo pulsional como síntoma de un conjunto de personajes en pena, parias emocionales derrotados por una serie de circunstancias magnificadas por los efectos de la noche santiaguina. “Me encantan la noche y las películas que transcurren ahí. En Chile solía salir siempre solo, vivía muy lejos del centro y me movía siempre a dedo, así que conocí mucho la noche y me di cuenta de que las personalidades son más puras y despojadas de construcciones sociales en medio de esa soledad. Me es más fácil crear personajes que no estén lidiando con la realidad cotidiana. Creo que jamás escribí una escena de oficina”, reconoce el realizador a Página/12.
Filmada en julio de 2011 y vista aquí en el Bafici 2013, Soy mucho mejor que vos no sólo retoma el tono y los temas (la masculinidad, su relación con lo sexual) de Te creís la más linda... (pero eris la más puta), sino también a uno de los seres errantes con los que se cruzaba Javier durante su cacería sexual postseparación, lo que convierte al film en un spin off de la ópera prima de Sandoval. “Cristóbal lo retaba a comparar quién de los dos tenía la peor vida, así que quería darle la oportunidad al espectador de ver quién tenía razón. Además, tengo una ley que vengo aplicando desde los cortos, que es que todos los personajes secundarios deben tener una historia para contar. No me gusta que estén a merced del protagonista para escucharlo o dar información, sino que tienen que ‘competir’ con él por la atención del público”, justifica el director.
Claro que hay una diferencia fundamental entre ambos personajes centrales, ya que éste ya no tiene veinte años, sino cuarenta. ¿Cómo condicionó ese desplazamiento generacional el trabajo creativo? Sandoval responde: “En la primera película hablé de mi mundo. Aquí, en cambio, era un desafío porque tenía mucho miedo, hasta que me di cuenta de que habitualmente me relacionaba con hombres de cuarenta años que no eran muy diferentes a mí. Mi idea era hacer a un hombre lo más adolescente posible sin olvidar que ya tiene cuarenta, lo que implicaba que ahora estaría todo definido, a diferencia de Javier, que tenía una personalidad en formación. Por eso Soy mucho mejor que vos es más oscura, porque Cristóbal no tiene salvación. Aunque también debo reconocer que había partido de algo muy alejado, pero terminé haciendo la película que hubiera hecho si me proponía hablar de estas cuestiones”.
–“Esas cuestiones” que menciona podrían reducirse a tratar de responder qué significa ser hombre, ¿coincide?
–Sí, pero desde lugares distintos. Para un chico de veinte tiene que ver con ser un macho alfa en la cama. A los cuarenta, en cambio, está más relacionado con los conceptos de productor, protector y proveedor, porque no creo que esté instalada la igualdad de género. Más allá de que hoy la mujer se pare desde otro lugar y que tanto acá como en Chile y Brasil haya presidentes mujeres, aún no se ha aceptado en la relación cotidiana, sobre todo en los hombres. Esa dualidad, ese rollo de género, es el gran tema de la película.
–¿Es por eso que en sus películas las mujeres tienen un rol cosificado?
–Trato de instalar un personaje reconocible de la vida. Una vez un periodista me dijo que podía ser machista porque la mayoría de las mujeres están a merced de los hombres y son objetos sexuales, pero al mismo tiempo todos los personajes están obsesionados con el sexo. No creo que sea una mirada chabacana sobre el mundo femenino; las mujeres no le tienen miedo a esa cosificación y se instalan a hablar con él desde ese lugar. Suelo hacerme bastante esa pregunta de la cosificación, pero la verdad es que no quise hacerla así.
–Pero esa cosificación es producto de la mirada del protagonista...
–Sí, y producto de lo que necesita la película. Igual, también es cierto que muchos me dicen que son películas feministas porque ellas son más poderosas sexualmente y arrasan con el hombre. Es un tema difuso, pero me gusta no controlar tanto lo que filmo. Hay cosas que salieron de mí y no sabía que las estaba instalando.
–Las dos películas comparten un tono realista. ¿Qué le interesa de eso?
–Quise buscar situaciones más o menos absurdas y ubicarlas en la calle y con personajes realistas. En ambos casos trabajé con protagonistas que no eran actores, porque quería que el espectador viera esa calle y encontrara rostros vírgenes para su mirada de cine. La sensación “calle” se pierde si aparece un famoso o alguien conocido. Siempre trato de buscar la realidad, porque quiero que el espectador se vaya con la sensación de haber conocido algo más parecido a una persona que a un personaje, que piense que lo que ve podría pasar en la esquina de su casa. Claro que Chile es un país muy absurdo que verbaliza absolutamente todo: hablamos de coger y no cogemos; hablamos de pelear y no peleamos. Siempre se habla, y eso es muy rico porque el imaginario del chileno está en el habla. Es un país de poco contacto y trato de reflejar ese absurdo en la calle.
–En ese sentido, en varias entrevistas dijo que veía a su país “reflejado en el personaje”.
–Hay mucho de eso, pero la idea no era hacer un cliché. Cristóbal tiene muchos vicios y traumas que los chilenos creemos haber superado, como el machismo, el clasismo, la culpa o el racismo, pero que en la vida cotidiana están presentes todo el tiempo. Esto en cierta forma muestra un poco lo que es Chile, aunque en muchos países de la región me dijeron que encarnaba algo más general, al “macho latino”. Aquí me han dicho que podría ser porteño.
–Por lo que dice, tiene una mirada bastante crítica sobre la sociedad chilena. ¿Eso surgió cuando se radicó en la Argentina, hace un par de años?
–Sí, totalmente. La distancia me hizo dar cuenta de ciertas cosas que había incluido en la película y que en su momento no me había percatado. Aunque me reconozco como chileno, sigo adentro y todas esas cosas que critiqué también caben para mí, muchas cosas las vi desde acá. Viviendo en otro país descubrís otra cultura y herramientas para comparar y analizar las cosas.
–Una de las diferencias entre los dos films es el tono más oscuro de Soy mucho mejor que vos.
–Yo empecé sabiendo que quería un personaje antipático, y creo que todo este odio empezó a darle oscuridad. Era consciente de que la película sería más oscura, pero no de que estaba haciendo un personaje tan dañado. Cuando lo veía me preguntaba: ¿qué le pasó a este huevón de chico?, ¿por qué es como es? Una de las grandes cosas de la película es que, si bien es una comedia, hay mucha amargura, desesperanza y realismo. Eso le da un plus. Busqué diferencias en los personajes, en la importancia del momento que estaban viviendo y cuán construida estaba su personalidad.
–Además, Javier tenía una cuestión de inocencia que le daba cierta impunidad a la hora de ser poco empático. Cristóbal, en cambio, es irredimible.
–Es que no hay peor cosa que una comedia negra con final feliz y esperanzador, así que no había que salvarlo. Aunque debo reconocer que el final me genera muchas dudas. Me encanta, pero hace que la película se vuelva un poco moralista, y yo odio el cine moralista.
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